viernes, 21 de enero de 2011

Cosas por hacer en La Habana



1. Votar: Tengo una foto con un polo amarillo claro y muy sonriente echando la papeleta electoral la primera vez que voté en las elecciones autonómicas de Cataluña, donde tenía para elegir hasta diecisiete posibles presidentes de la Generalitat, con sus respectivos partidos. La normalidad democrática de este acto pude comprobarla cuando fui elegido como primer vocal de la mesa electoral de mi circunscripción  en las siguientes elecciones  a la presidencia del país. Siempre digo que estuve en la mismísima matriz de la democracia por vez primera, además, recibí 60 euros por la faena de todo el día, pagados por el Estado.


2. Cruzar una frontera: La primera vez que pasé la frontera fue por Andalucía, propiamente, por Huelva hacia el Algarve, en Portugal; la emoción era doble, iba cruzando un imposible en mi pasado, en Cuba no hay fronteras terrestres, solo tenemos el absurdo de Guantánamo y su base naval de EE UU (que abarca un área de 17 kilómetros cuadrados), y sus límites, están llenos de minas para quienes se atrevan a dejar el país por esa zona, vuelen por los aires. 

3. Tener un hijo: Nunca tuve hijos en la Habana. Fui creciendo y conmigo el miedo infinito  y líquido, de que si tenía un hijo, no me lo dejaran sacar luego del país cuando decidiera irme, un deseo velado y estudiado durante años.  Conocía muy de cerca  a demasiadas familias cubanas rotas por el hecho de haber abandonado el país dejando parte de su carne en él. No sabiendo cómo sería la reunificación, el retorno o el reencuentro. Todos sabían que luego los hijos quedarían marcados por esa ausencia que con el tiempo se agranda en un error, si los hijos no van en la dirección y el gusto de los ascendentes de la familia.
Dentro de poco cumplirá mi niña tres años y aun no he caminado con ella por el muro del malecón habanero tal como hice con mi sobrino, solo para ver la cara preciosa de inocencia viva viendo el mar Caribe,  por primera vez.