Una tarde de enero de 1939, Antonio Machado con 64 años baja del tren con el que pasó la frontera de España a Francia, iba con su madre quien lo ayuda a andar, ella tiene 88 años, ambos están cansados de huir por varias ciudades españolas desde 1936, comienzo de la guerra. Muere en un pequeño pueblo costero al Sur de Francia llamado Collioure, 24 días después. Su madre le sigue tres días más tarde.
Cuando llegas a este pueblo costero te atrapa su encanto, su infinita brevedad arquitectónica frente al mar y los Pirineos. El perfil costero lo marca un castillo fortaleza a pie de playa y una iglesia fortín cuyo campanario parece que nace en el mar. Se advierte que este pueblo vive del mar y la frescura de las ostras de la comida junto con los filetes de anchoas, lo certifican.
Impacta la sencillez de la habitación en bajos de la casa donde Machado pasó sus últimos días, o por lo menos a mí, que gracias a mi suegro conocí un día en Sevilla el gran Palacio de las Dueñas donde vive la duquesa de Alba, y donde el poeta nació y pasó su infancia también con