Por otro lado, aquí el modernismo se hace mayor, en escala. No es un modernismo como el eixample, hecho solo de edificios, hay muchas más casas con torres independientes, cúpulas hechas de trencadis, y rejas y rejas que no significan cárceles sino la experiencia vital de la naturaleza florida hecha metal torcido.
El piso de nuestro amigo está en la zona alta pegando a la montaña, desde donde se pueden ver cúpulas modernistas con la escenografía del Mediterráneo de fondo. Es un 7mo que aspira ser ático -terraza incluida-, donde fueron a parar los frijoles negros al Busto, cremosos y en su punto, para la comitiva cubano-catalana que nos reunimos, entre música de Elza Soares, Kiko Veneno, Earth, Wind & Fire, Elis Regina y Esperanza Spalding, esta última, tocando desde
No había muerto Donna Summer y Carlos Fuentes, vivía sus
Éramos seis cubanos y tres (nuestros hijos) catalanes, dos niñas y un varón, que se han conocido mucho más pequeños de cuando nos conocimos Ernesto y yo, cuya afinidad intelectual habanera nos llevó a los archivos de la Biblioteca Nacional de Cuba, donde a veces nos reunía Víctor Fowler a escuchar la voz del maestro Lezama. Ernesto tuvo el valor de sacar una foto de 1987, donde aparecemos, Rado, él y yo, en el Parque Central frente al Capitolio habanero. Estábamos tan flacos que parecemos acabados de salir de un campo de concentración, eso sí, llenos de folios y libros que nos arrastraban por todas partes y nos salvaban del desvarío de una dictadura. De la que soportamos muchas cosas hasta escuchar a Paco Ignacio Taibo II, en Casa de las Américas, decir que un número erótico de la revista Naranja Dulce, donde habíamos publicado los tres, era de elementos de la derecha, y que cosas así no debían publicarse, fue el último número.
Había dos madres en el evento, y era, uno de esos Días de las Madres, no recuerdo bien si el de aquí o el de allá. No hubo flores, pero sí unos berberechos exquisitos