Burdeos hoy, debía ser sinónimo de la palabra vino. Aquí ir a un supermercado como Monoprix a comprar vino no te hace sentir tan perdido en la elección del vino que deseas, quizás porque han logrado una forma de etiquetar y clasificar los vinos que es difícil no dar con el vino para tu comida.
Desde varios metros de distancia puedes distinguir las regiones geográficas de las mejores viñas: Medoc, Grave, Saint-Émillon, Pomerol, Entre-Deux-Mers. Si te acercas, puedes ver las medallas de oro y plata que ha ganado ese vino; si eso no te basta, la tienda tiene su propia clasificación de calidad del vino de la que puedes fiarte. Algo que me encantaría tuviese el aceite oliva en España, además de que se generalizara en sus propios vinos. Aquí siendo un neófito del vino puedes disfrutar sin ser un sabio del mejor elixir.
No obstante, es obvio que me declino por el trato que te dan en las cavas o bodegas pequeñas, donde hay un experto que no sólo te orienta de forma magistral, sino que te da a degustar varios vinos para que elijas según tu noche o estado de ánimo el sabor que más te apetece: bien a la boca, carnoso, abundante, fuerte, flexible, fresco y ligero, masticado, nervioso, redondo, cálido, espeso, áspero... De todos estos, el fuerte: rico en alcohol que tiene cuerpo, muslo y pierna, junto con el redondo "equilibrado y carnoso, ligeramente aterciopelado" tienen un carácter poético que me resulta curioso. Todo esto pueden hacerlo en español, inglés y francés con la misma gracia y cultura de los visitantes.