Estoy sentado en la silla de la derecha en el segundo salón del Mama's Café en Gràcia, Barcelona. Donde suelo venir a escribir y donde Maite amablemente me trae un té de manzana turca que es mi top té en esta primavera. No soy invisible, hice la foto que ves desde el sofá que ahora tú como lector no ves.
Ayer comenzó la Setmana de la poesía en Barcelona y aunque no leeré poemas en ningún lugar, he leído y publicado suficientes como para que ahora sean otros los que lo hagan.
Además hay una luna llena sobre esta ciudad que hace irreversible la posibilidad de que tenga nostalgia, de que sienta que tenga que andar bajo su luz y pensar en mi capacidad para resistir el dolor por tantas ausencias de amigos que nos fuimos de donde nacimos, y ya aquí se han ido donde el olvido.
De ese olvido he recuperado a Patricia Celis. Quien a pesar de haber nacido en Cuba y haberse hecho periodista allí y pasar por varias creencias, se hizo musulmana antes del 11 S, y aún lo sigue siendo. Me llamó mucho la atención -quizás porque es la única cubana que conozco que se ha convertido al islam- sus convicciones sobre su nueva vida y la paz que le sentí por chat de madrugada Barcelona-Washintong que sostuvimos.
No ha sido un camino fácil pero me da mucha felicidad que ella haya encontrado un camino donde corrige la luz donde habita con sus hijos. Confía plenamente en la cultura que le trasmite y ha encontrado el camino donde seguro la felicidad es su cómplice, algo muy difícil en casi todos.
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