Desconozco la intención real de estas puertas fueron hechas en 1879 en el barrio de Poblenou en Barcelona. Pero me gusta la idea de que fueron hechas para que pudiesen entrar Elefantes tan tristes como yo semiperdidos en la existencia de una ciudad en el exilio con una psicóloga que me atiende desde su cama en Miami, no por una cuestión erótica, sino por una cuestión de horarios. Un elefante que carga con una amiga, Cirila, enferma irreversible en la isla donde nací, sin poder verla y abrazarla desde el Mediterráneo barcelonés.
Piense el lector que la palabra elefante tiene la misma cantidad de letras que mariposa, y para construir un elefante quizás hacen falta millones de mariposas. No sé exactamente en que punto estoy con este post. Pero me encantaría que el lector se fije que estas puertas abiertas, cualquier doble puerta abierta, es una mariposa que bate sus alas de madera y un elefante de nostalgia podría entrar por ellas... Quería hablar de estas puertas modernistas desgastadas en el bello barrio marinero y salado de Poblenou en Barcelona, y resultó que termine hablando de mariposas y el pesado elefante que soy, a veces me vuelvo por esa puta maravillosa que se llama nostalgia, por esta alfombra de sentimientos que a veces se convierte el exilio en verano.
Por eso hoy rememoro tu mirada,
elefante perdido
entre las duras lanzas
y las hojas
y en tu honor, bestia pura,
levanto los collares
de mi oda
para que te pasees
por el mundo
con mi infiel poesía
que entonces no podía defenderte,
pero que ahora
junta
en el recuerdo
la empalizada en donde aprisionaron
el honor animal de tu estatura
y aquellos dulces ojos de elefante
que allí perdieron todo lo que habían amado.
Frag de Oda al Elefante, de P. Neruda.
Para Nuria, que habita Poblenou.
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