Ya es cenizas desde ayer. Su madre tiene todo su cuerpo en un recipiente que no he visto. Era amiga de la madre de mi hija. Quien la conoció desde su infancia por la amistad de su padre con su familia. Morirse es una mierda, morirse en el exilio es una putada doble, los tuyos no te lloran en vivo, lloran tu recuerdo.
Yo conocí su casa en Cojimar (pueblo cubano que inmortalizó Ernest Hemingway en una novela: El Viejo y el mar) y me parece terrible el silencio de su muerte fuera y lejos de su Cojimar natal.
Por eso escribo este texto. Nací muy cerca de la Necrópolis de Colón en Cuba, que es el valle de la muerte menos tenebroso que conocí. Yo y otros niños del barrio jugamos allí y hasta besamos a nuestras novias cuando crecimos.
Desde que comencé a escribir siempre he pensado que el cementerio es el único lugar donde todas las personas anónimas o no, merecían un texto. Dos líneas o una palabra. Por eso escribo su adios, o réquiem...
Adriana: sé que eres cenizas y serás el peso más difícil de llevar a Cuba desde la Costa Brava cuando tú madre vuelva de esta estancia con dolor. No te vi agonizar por coincidir con mi separación y cuidar la niña cuando Yara iba a verte, pero eso tuvo una suerte; ahora solo te recuerdo esa última vez que fuimos con Lupe, contenta y riendo con tu hija pequeña en ese piso acabado de alquilar cerca del mar en Calella de Parafrugel donde se canta tanto a Cuba en verano en el Festival de Havaneras... Creo que ese día hablando con el padre de tu hija -tú hablabas con Yara- le dije que en el antiguo hotel Batle de ese pueblo Joan Manuel Serrat compuso su canción Mediterráneo, que era para mí la mejor manera de conocer la Costa Brava.
Ojalá te acompañé esa melodía de retorno a ese otro pueblo de pescadores donde naciste. Yara no te va a olvidar, y cuando tu hija crezca le hablará de ti. Te has convertido en cenizas el mismo día que ella salió de Cuba: 20 de noviembre. Un beso.