jueves, 9 de julio de 2015

Flores de un lienzo de Judith Gangolells Barrufet

Reseña de una obra de Judith G. Barrufet.


En este iienzo,  la dirección de los pétalos tienen un ADN de sensualidad poco frecuente, aunque ya sabemos que la flor es metáfora en sí de labios vaginales, aquí su metáfora se inclina poderosamente. Desde la primera mirada, Judith logra que su magia y disposición te atrape. El contraste de estos pétalos con el verde es perfecto para mi gusto.

Son cuatro flores que aparentan ser  de una misma familia, pero no se tocan. Dos de ellas arriba en primer plano, se llevan mejor, se acarician levemente. Una tercera en el centro se mantiene equidistante con las dos y la solitaria pasa de las otras tres. 

Quizás  por desinhibida ha quedado fuera y más lejos del grupo. Esta muestra su centro o intimidad con un descaro atrayente. Te obliga a mirarle. Es la "feliz oveja" de esa familia que le interesa más su paz que rogar ser incluida en el gremio perdiendo su libertad o la apariencia ética.

Si el lector se fija bien. Los espacios claros del lienzo, están también muy trabajados entre matices de rosados y azules, hecho que da una profundidad cromática de mucho equilibrio.

Es madrugada y un cuadro te (me) hace feliz y recuerda ver pintar a Judith en el salón de su casa en Pallejà;  con una fuerza y estoicismo en cada trazo como si la vida en ese instante fuera solo eso.  Aunque en la distancia algunas esencias de una relación se desvanecen la memoria salta sin permiso contra cosas que deseas olvidar y otras que no.

Es la primera era vez que veo la traducción de su mirada en el Museo Orsay de París ante los nenúfares de ese pintor francés del XIX que tanto le gusta, ese día llovía en París ahora quizás en su memoria. 

Estoy rendido ante este lienzo que me hará entrar en el sueño sabiendo que Judith ha logrado sacar cuatro flores del paraíso donde ambos fuimos expulsados.




Foto reciente de Judith en un concurso de pintura seca en el Passeig San Joan de Barcelona.




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