Verónica Cervera, me acordé una vez más de ti cuando en menos de diez días comí estas dos cremas catalanas muy distintas entre sí.
La espuma, la comí en El Restauran Tragaluz de Barcelona a dos pasos del Passeig de Gràcia. El segundo, la crema catalana tradicional, en El Pico Negro, un restauran de Bellver de La Cerdanya. En plena montaña donde la tradición es norma. Ambos eran una delicia. Dos pieles y dos razas muy distintas de texturas y matices muy alejadas. Pero ambas me llevan siempre a la natilla que me hacía mi tía Lala en Cuba cuyos lazos con la crema catalana son calcados receta contra receta.