Durante
7 años, hasta noviembre de 1999 que me fui a París, y no regresé jamás (llevo
20 años sin volver), compré el pan cada día en una panadería que se llamaba La
Catalana, en la calle O' Relly, en la Habana Vieja donde me fui a vivir tras
casarme por única vez en La Habana.
Mi
obsesión de poeta quiso siempre vivir en París, pero la vida me llevó de esa
ciudad a Sevilla en año 2000, y de esta a Barcelona.
Fue
aquí, que cobró una dimensión esencial aquella panadería en Cuba, que evoco
aquí. Pues desde que nació Maya Rodríguez, en Barcelona, en brazos, en
cochecito y ahora andando y hablando catalán muchas veces, voy a comprar el pan
a las panaderías cercanas, con una "catalana adorable," que ha
cambiado mi vida: mi hija.