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miércoles, 26 de octubre de 2016

Me bastó una sola foto de mi sobrino en Cuba para llorar.

Mi sobrino está de visita en Cuba.  Me bastó una sola foto con él y mi madre en la bahía de La Habana para llorar. No soy tan duro y  la nostalgia es vertical en mi. Nada más soy padre y poeta,  nadie me exige ser más valiente.
Ya sé que la convicción de no volver no es un azar. Pero las imágenes de todo lo que has perdido tras 17 años sin volver son extrañas.
Un universo lleno de cariño y de amor incondicional que es lo más cercano al paraíso que sabes que tienes, lejos.
Un mundo en el que no estás, pero sabes cada milimetro de él sin esforzarte.
Todo lo que abandonaste sigue intacto, aunque te esfuerzas por reconocer a la sobrina que dejaste niña y ahora es madre. Ves las caras de amor que harían lo mismo contigo.
Controlo las lágrimas y abrazo a mi niña  que se ha quedado dormida mientras le leo un cuento sobre un crucero por el mediterráneo.

Imagino que mi sobrino haya puesto al día a mi familia sobre el cauce de mi vida sabiendo que el exilio, es precisamente falta de cauce y saber adaptarse a la corriente.
Cierro los ojos e imagino que estoy entre toda mi familia en Cuba nuevamente y no los abro.
De sus fotos de familia (también la mía) salgo curado. Sé que cuando lo vea pronto, tendrá  (pase el tiempo que pase) los efectos de esos cariños en su piel.
Es fácil decir que uno no tiene nostalgia.
Es muy difícil ser alguien que no vuelve...
Es fácil vivir en la piel de mi sobrino la felicidad de volver.
Mi sobrino esta en un terrado. Antigua casa de mi tía Olga. que murió. Detrás de él y Laura está la escuela (verde) donde hice de 1er grado a 6to. Los árboles que se ven, son los árboles de mi infancia, también la de él. El cielo también es nuestro. El lector no sabe que a la izquierda de ambos esta el mar, del que yo en Barcelona siento su brisa si cierro los ojos.

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