sábado, 1 de enero de 2011

Fin de año medieval con Umberto Eco en una Masía.

Hace unos días (enero/2011) me quedé a solo cinco personas para entrar a ver y escuchar una charla del escritor Umberto Eco en una Biblioteca de Barcelona, cerca de casa. Eco fue uno de los grandes agitadores de ideas en los años ochenta entre algunos amigos en la Habana con su libro Obra Abierta, donde incitaba a los artistas a un desorden fecundo, a que llenaran su obra de un azar confluente que los impulsara hacia delante en nuevas búsquedas. No obstante, reconozco que Eco, me sembró además, la arquitectura románica dentro con su novela En Nombre de la Rosa. No sabía que luego el azar me llevaría a pasar este fin de 2010, en un espacio medieval.
La noche de fin de año la he pasado en una masía del siglo XVI, en la Empordá, del alt Gironés. Hemos dormido en el abdise de lo que fue la iglesia del pueblo, en  Parets de Dalt, reconvertida en masia hace dos siglos. Todo el calor que hemos tenido además de nuestro cuerpo, ha sido generado por leña quemada en sendas chimeneas de hierro de la época con un excelente sistema de calefacción cuyos tubos cilíndricos alcanzan la primera planta donde hay biblioteca-salón y otras habitaciones.
Las paredes románicas de la masia tienen el ancho suficiente para parecer una fortaleza, aquí cenamos un pollo relleno estilo rioplatense hecho por Norma, que nació en Argentina, se graduó de Historia de Arte en la Universidad de la Habana, en los años sesenta, vivió luego el Mayo del 68, en París, y la caída de Allende en Chile, en 1973. Después llegó con el ímpetu de las olimpiadas a Barcelona antes del 92, y de ahí pasó de Figueres, donde está el Castillo de Dalí; para continuar su periplo hasta el silencio notable de esta masía hace diez años.
Norma es la prueba en vida del azar confluente de Umberto donde su vida ha sido un dejarse llevar por el azar y asumir los espacios que le ha tocado habitar con deleite creativo, por eso su discurso pasa del francés al catalán, dinamitado con palabras muy habaneras de los sesenta, y todo con la banda sonora del acento argentino. La Habana le dejó una huella única en forma de amigas que arrastra desde el fin de su adolescencia, que consolidó en la facultad de letras de la universidad habanera  frente al castillo del Príncipe.
Hay personas que conservan un pedazo de La Habana con años que no conocí, que los hace tener dentro evocaciones memorables de su pasado. Es agradable escuchar sus recuerdos mientras se quema leña que intenta subir los grados de este invierno antes de llamar a mí madre en La Habana, desde este estilo arquitectónico que fue el primero en querer ser universal en Occidente, y se extendió como una ola por toda Europa, gracias a los monjes Cluny y el camino de Santiago, convirtiéndose en un rasgo esencial de su cultura.
Entre los mensajes de felicitación de fin de año que recibo, uno de los que más me impactó sin dudas fue el de Yhoselyn, quien cruzó del fin de año, al nuevo, en una Plaza en San Marino, bailando con el resto del grupo Bonny M, quienes no han parado su gira, y han sustituido al malogrado cantante acabado de morir en San Petersburgo.


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