Mi padre fue marino mercante por más de 40 años. De pequeño, antes de separarse de mi madre, recuerdo que cuando volvía de sus viajes a Japón hacía que me convirtiera en el niño más envidiado del barrio por los juguetes que me traía: pistolas y ametralladoras que echaban chispas por la punta, y de seguro, hoy, prohibidas por normativa europea por la posibilidad de dejar tuerto a algún niño. No obstante, el juguete que más me gustaba, era un tren y sus raíles... que luego asocié con el tren eléctrico de Hersey que va de La Habana a Matanzas y en el que tuve una relación eléctrica una madruga de juventud y libertades.
En cambio, en mi libro de poemas, Síndrome de Ulises, la única huella de Japón evidente es el poema Escenas de Tokio, donde verso sobre el impactante suicidio del poeta Osamu Dazai. Quizás porque si, de pequeño, Japón representó el juego, de mayor, a través de su literatura y
de sus pelis de samurai tomé conciencia de la muerte.
Luego, cuando llegué a Sevilla, mi amigo Fidel Moreno me llevó a su pueblo natal, Coria del Río, en las márgenes del Guadalquivir y me aseguró que había más de seiscientas personas allí con apellido Japón, gracias a que un samurai había dejado su huella en sus descendientes unos siglos antes.
de sus pelis de samurai tomé conciencia de la muerte.
Luego, cuando llegué a Sevilla, mi amigo Fidel Moreno me llevó a su pueblo natal, Coria del Río, en las márgenes del Guadalquivir y me aseguró que había más de seiscientas personas allí con apellido Japón, gracias a que un samurai había dejado su huella en sus descendientes unos siglos antes.
Hoy todo esto se queda muy lejos con el video de la entrada del tsunami a una isla japonesa, parece un montaje de una peli pero desgraciadamente no lo es... Es de las pocas veces que el mar no me trae nostalgias, su penetración dramática en tierra poblada es una danza macabra que más que agua parece lava.
toda la razón Arsenio, y yo digo que de verdad, ojalá fuera un montaje de una película... que pena de verdad...
ResponderEliminarPatricia Martínez
Las desgracias, por reiterativas, no son menos graves; por ello nos zarandea el ánimo la ocurrida en el atávico archipiélago de Extremo Oriente; allá en la incubadora celestial de las niponas Islas por donde nace el Sol, y en donde los hitos contados de la historia de los tiempos nos ha ido informando que la tierra tiembla a menudo: en la desgracia, un reactor nuclear amenaza con devorar cuerpos, existencias y consistencias… especulo sobre las oscilaciones en el devenir de los damnificados a medio y largo plazo ¿Otro Chernobyl? elevo mis oraciones y hacia latitudes remotas mando los mejores deseos que puedan emerger de mi subjetividad.140.000 criaturas evacuadas a carajo sacado, esperemos que el mal nuclear no ramifique su infame metástasis.
ResponderEliminarEstas cosas me hacen pensar en la fragilidad y brevedad de la vida, en la absurda importancia que le damos a las cosas que se llevará la lava o el agua... y me invitan a vivir hoy como si me fuera a morir mañana!!!
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