miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ante la tumba de Oscar Wilde en Père Lachaise

DEL LIBRO ME GUSTA DAR DE COMER A LOS ELEFANTES Ediciones Muntaner. Arsenio Rodríguez Quintana.

"Ante la tumba de Oscar Wilde en Père Lachaise"


Cuando estás ante la tumba de Oscar Wilde solo puedes hacerlo ante él mismo, se eleva por encima de ti convertido en metáfora de un egipcio alado que puede marcharse en cualquier momento con su poesía a otra parte...
De todas las tumbas de escritores que he visitado, la de Gertrudis Gómez de Avellaneda en Sevilla; la de Antonio Machado, en Collioure; la de Lezama en La Habana; la de Samuel Beckett, Cortázar, Ionesco y Sartré en Montparnasse, Dante Alighieri, en Florencia, o la de  Balzac muy cerca de ésta de Oscar Wilde, solo aquí la encontré llena de labios marcados como un cuerpo de besos... Todos los otros elementos: flores, tickets de metro, poemas anónimos era muy parecido a cualquier otra, estos labios  rojos (vermell, dice mi niña en catalán) sobre la piedra, no. Este detalle hace esta tumba de Wilde una memoria diferente. Estos besos pop  me hicieron pensar en un principio en un homenaje indirecto a Andy Wharol.
"Desde un ángulo oscuro de mi estancia, durante más tiempo del que puedo imaginarme, una Esfinge bella y silenciosa me acecha a través de las tinieblas ondulantes. Intangible y quieta,
no se alza ni hace el menor movimiento. Poco le importan las lunas de plata y los soles remolinantes. En el aire el rojo sustituye al gris; las oleadas de luna descienden, pero cuando llega el alba, ella no se va y cuando vuelve la noche, sigue ahí". Asi comienza Wilde su poema a una Esfinge egipcia que tal parece que lo escribiera para su propia tumba.
Recuerdo este paseo de tumbas, después de que mi suegra, nos cuenta ayer desde un París poco otoñal, que acaba de visitar el cementerio de Père Lachaise con nuestro amigo Seguí, en ese tranquilo barrio de ilustres horizontales. 












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2 comentarios:

  1. Que lindo!
    Caridad Martínez

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  2. me encanta ese monumento lleno de lipstck rojo, lo he visitado unas cuatro veces.
    Rubén Ponce Cortés

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