sábado, 14 de septiembre de 2013

Els colors de la tardor/ Los colores del Otoño.

El título en catalán hace referencia directa a los colores del otoño. A mi hija, el fin de semana pasado cuando entramos en los Pirineos  por L'Empordá, antes de ir hacia la masía familiar compartida con el cariño de los amigos en el exilio, la intenté persuadir para que mirara la variedad de colores del paisaje pirinaico y me contestó… - Sí, papi, ¡Els colors de la tardor!
Cuando un hijo se expresa en una lengua diferente a la de uno, con un sentimiento expresivo que roza un verso, al menos yo, siento un orgullo de padre atontado por su niña. Creo que es la más inteligente de todas, pero sobre todo me hace pensar en el otoño de vida que ella conoce desde pequeña y yo no conocí hasta pasado los treinta y cinco años.
Gracias a la tardor,  ha hecho un dibujo en la guardería  que han escogido para ponerlo en el mural de la entrada de la escuela. Dibujó cuatro árboles a los que les incorporó ojos, boca, nariz y cabellos. Los demás niños se concentraron en un retrato de la naturaleza con árboles, sol y nubes, pero ella humanizó sus bosque y yo casi escribo un ensayo filosófico de ese gesto que es uno más para todos, pero es diferente para cada uno.
Luego, juntos, hicimos fuego en una chimenea del siglo XVII, toda de hierro que nos encanta cuando se ilumina con esa magia que nos legó Prometeo una vez.
Algo así solo lo había vivido en una canción Autumn in New York, donde Luis Armstrong & Ella Fitzgerald hacen que uno valore la música por encima de la realidad. 
Por favor, si alguien lee este post y sigue el enlace de Autumn, escuche detenidamente la primera  entrada de Armstrong, la voz grave, la serenidad y la cadencia a placer me hacen dudar de que este músico Prometeo del jazz, esté muerto, lo juro.

Dreamers with empty hands may sigh for exotic lands;
Autumn in New York




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