sábado, 12 de marzo de 2011

Escenas de Japón en mí



Mi padre fue marino mercante por más de 40 años. De pequeño, antes de separarse de mi madre, recuerdo que cuando volvía de sus viajes a  Japón hacía que me convirtiera en el niño más envidiado del barrio por los juguetes que me traía: pistolas y ametralladoras que echaban chispas por la punta, y de seguro, hoy, prohibidas por normativa europea por la posibilidad de dejar tuerto a algún niño. No obstante, el juguete que más me gustaba, era un tren y sus raíles... que luego asocié con el tren eléctrico de Hersey que va de La Habana a Matanzas y en el que tuve una relación eléctrica una madruga de juventud y libertades.
En cambio, en mi libro de poemas, Síndrome de Ulises, la única huella de Japón evidente es el poema Escenas de Tokio, donde verso sobre el impactante suicidio del poeta Osamu Dazai. Quizás porque si, de pequeño, Japón representó el juego, de mayor, a través de su literatura y