domingo, 3 de noviembre de 2013

Retorno tras años de exilio: ¿ser o volver a ser?

Las lecturas que hago (cine, literatura y música) se parecen cada vez más a las preguntas que me rondan por la cabeza tras años sin volver a mi país, que un día tendré que llamarle "ex". Este libro es un ejemplo. Todos los retornos tras la partida son iguales, son iguales como dice mi amigo Vanito Brown, seas del país o la ciudad que seas y no retornas.
El Retorno, de Tahar Ben Jelloun, trata sobre un campesino marroquí, Mohamed, que un día, con veinte años, emigra a Francia donde vive y trabaja durante cuarenta años en una empresa de automóviles.  La novela comienza cuando Mohamed se retira. 
Si has tenido que emigrar de tu país de origen o de ciudad, no está mal leer una reflexión como ésta que a pesar de parecer una realidad lejana es fácilmente transportable a la tuya.
El protagonista pierde su rutina, ahora está obligado a reflexionar qué ha pasado con  su vida. Sus cinco hijos, casi todos nacidos en Lala Fransa, culturalmente diferentes a su padre en casi todo. Él, a pesar de ser un  buen musulmán, no consigue que sus descendientes se inclinen por su cultura y su país de origen. El mayor se casó con una española, y Yamila con un italiano, un verdadero sacrilegio para un musulmán, que su hija se case con un cristiano, aunque no es un delito para un varón.
A mí me impactó el paralelismo de la visión de los franceses hacia los magrebíes. Para ellos, según Mohamed, es lo mismo un tunecino, un argelino que un marroquí… Algo muy parecido ocurre en España hacia los latinoamericanos, no entienden de latitudes, a todos,  da igual, nos consideran sudacas, aunque tu país esté por encima del Ecuador. Mucha gente no distingue a los hispano-parlantes, somos iguales, te pueden sentir el acento, y preguntarte, por ejemplo, si eres de Méjico o Argentina como si fuera lo mismo  República Dominicana o Cuba. A casi todos nos da la misma rabia por la tontería de la identidad nacional, pero lo cierto es que nadie está obligado a saber del país que eres.
Tahar Ben Jelloun, (Premio Goncourt con otra novela, La noche Sagrada) nos relata los sucesos de quemas de coches en los barrios periféricos de París hace pocos años. Mohamed lleno de contradicciones, por un lado, la prensa se refería a emigrantes cuando los chicos eran franceses, hijos de emigrantes magrebíes y africanos; por otro lado, quemaban los coches de sus propios vecinos, como Mohamed, quien lo usaba precisamente para ir al trabajo, y pagaba un seguro obligatorio básico que no incluía este tipo de coberturas, por lo tanto, no recibía compensación alguna. Análisis que a veces me hacía mi suegro, asiduo cada fin de año a París, y quien me descubrió este autor, este último día de Reyes.
Esta novela, comparaciones y reflexiones, fue escrita en el 2009, y solo han pasado tres años... Para muchos emigrantes, pensar en trabajar durante cuarenta años en Europa es una ilusión muy lejana y casi una ficción, la crisis ha destruido sobre todo este tipo de empleo. La novela es un testimonio de que esta vida es demasiado rápida como para no detenerse a reflexionar sobre lo deseable que es el presente que te rodea y que la rutina te impide disfrutar. 



foto del autor: Tahar Ben Jelloun,

4 comentarios:

  1. A Athanai Castro Gomez, Jacinto Gutiérrez y Patricia Menéndez les gusta esto.

    ResponderEliminar
  2. A Consejo Editorial Barco Ebrio le gusta esto.

    ResponderEliminar
  3. reo que es un gran tema. Un tema universal sobre la relatividad de las raíces. La vigencia de los pactos personales con la educación, la fe y la realidad que nos envuelve en el marco histórico que nos toco vivir. Es fascinante ver como la vida es un río que no espera por nadie y por mucha agua que acumulamos en un trozo de orilla, nuestros hijos continúan sobre la corriente alejándose inmersos en sus propios paisajes. Miro la foto de tu niña y allí también encuentro Europa. No podemos atrapar el tiempo, somos parte de él. Pero eso ella no se lo cuestiona. Simplemente vive y pide en su mirada que no quedemos varados, que continuemos adelante porque en esa quietud solo hay recuerdos congelados.
    José Antonio Quesada Areu

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya, y los cubanos y los latinoamericanos, en general, tampoco saben distinguir a un castellano de un aragonés o de un gallego o de un cántabro...De hecho, en Cuba, a todos los españoles se les llama "gallegos". Tampoco saben distinguer a un chino de un coreano o japonés. Para ellos todos son "chinos"...
      José Manuel Poveda

      Eliminar