domingo, 16 de marzo de 2014

Llegando a París en casi primavera 2014. Año Cortázar.



    Con mi sobrino Hansel en Orly, aeropuerto que llegué de Cuba, en 1999.

Lo más glorioso e impactante de París, es llegar y que el metro y el tren y el transporte público en general sea gratis. Hay tanta polución, dicen los expertos,  que de esta manera se intenta que los parisinos no cojan el coche y promueven que baje un poco en estos días gracias a la gratuidad. 
Confieso que no siento esa polución exagerada pero me sumo a la iniciativa y no voy con mi sobrino  por todo París con la moto de mi amiga que era mi idea inicial. O sí, siento la polución personal de la emoción de cumplir años aquí... Después de hacerlo, en La Habana, Sevilla, Barcelona, Venezia en la mañana, y noche en Milán... Pero para ser sincero de verdad, creo que esta gratuidad en realidad es un homenaje secreto de París a Julio Cortázar que cumple cien años de nacido (1914-2014) y escribió y me fascinó desde aquí con sus textos al adolescente que fui en La Habana donde me hice de la orden Cortázar.
Salí con sol claro de Barcelona y con cinco grados, llegué a París con ocho grados y todo nublado... Alguien se quejaba en el avión de lo nublado que estaba, y yo pensaba que París, que he tenido la suerte de ver en todas las estaciones, y con todos los climas posibles, incluyendo un ciclón tempestad en el año 1999, es la única ciudad donde eso no me preocupa, quizás porque en París soy lo que parezco por dentro. Es un espacio donde al menos mis sueños se parecen a las calles por donde paseo, soy el aire que no veo y respiro; incluso, soy el río que fluye junto al Sena.

Las bicis de París con luz verde, gratis como la canción de mi amigo Boris Larramendi,  para todos los que andamos por acá en marzo del 2014.




                                Una visita al Museo de la Vida romántica de París













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