lunes, 22 de septiembre de 2014

Chucho Valdés. CD Fantasía Cubana.

No contento con una amplia y fructífera carrera musical, o quizás con las inquietudes propias de alguien que no toca para vivir de la música, sino para revivirla, el pianista Chucho Valdés —cuyo verdadero nombre es Jesús Valdés— grabó en Nueva York Fantasía cubana: Variations on Classical Themes, su sexto álbum patrocinado por la prestigiosa discográfica norteamericana Blue Note Records.

C. Valdes

Producido por Max Wilcox, quien ha realizado trabajos notables para Artur Rubinstein, este disco no pasó inadvertido para la academia de música estadounidense, que lo nominó como mejor álbum latino de jazz, 2004.

En Fantasía cubana, integrado por catorce piezas, conviven la música clásica cubana y la europea, además de elementos de la música popular. Valdés sigue muy bien los pasos del pianista francés Jacques Loussier, quien hace ya medio siglo revolucionara el jazz con la improvisación de obras clásicas de Johann Sebastián Bach, o más recientemente, de Miles Davis o Béla Fleck. Este último, al igual que hace Valdés en Fantasía cubana, toma la músicas de Federico Chopin como eje central de su disco Perpetual Motion.

El CD abre con Prelude en E Minor, de Chopin, que es como una especie de viaje al particular estilo de Valdés, quien busca elementos de jazz (improvisación) en los temas clásicos. El pianista deconstruye este preludio y lo lleva a la cadencia del blues, devolviendo a la pieza su ligereza original, pues preludios eran improvisaciones que desarrollaban los músicos sobre un tema dado.

El músico incluye además en el repertorio del disco Waltz in A Minor, también de Chopin, Reverie & Arabesque, de Debussy, y finalmente Pavane for a Dead Princess, de Ravel. Con estos dos últimos temas, Valdés se siente más cómodo todavía ya que sus atonalidades características resultan mucho más cercanas al jazz. No en balde esta falta de tonalidad que produce un carácter vago de ensueño que puede variar de un compás a otro fue calificada como impresionista, y es esencial en el jazz.

Además de los clásicos europeos, el pianista vuelve a los clásicos cubanos; esta vez se acerca a la música de Ernesto Lecuona. Del tema La Comparsa hace tres versiones distintas (tres movimientos), y aunque se respeta su esencia no sucede lo mismo con los tiempos, a los que Valdés añade dificultades con el fin de enriquecerlos. Muy alejado de la manera en que encaró junto al grupo Irakere esta misma pieza a fines de los años setenta, cuando cedió todo el protagonismo melódico a la trompeta de Arturo Sandoval, el ritmo sincopado del baterista Enrique Plá y a una de las mejores improvisaciones salidas del saxo de Paquito D'Rivera, quien en una ocasión escribiera de Valdés: "en treinta años nunca supe cómo pensaba, pero sí sabía cómo tocaba".

Lo de fusionar temas clásicos europeos y americanos es un mero pretexto, en realidad lo que el cubano ha hecho es llevar "lo clásico" a su estilo musical, el jazz. A través de la sincopa cubana, Valdés muestra cómo se puede recrear la música y a su vez darle un barniz de modernidad, sin que por ello se desvalore. En su caso no se trata de un lector e intérprete pasivo de estos géneros, sino que les incorpora su virtuosa manera de reinventarlos, otorgándoles una lógica personal.

De su cosecha personal, Chucho Valdés expone en este disco Wakamba, Fantasía cubana, Tumbao, La Campesina e Impromptu. Casi todos son temas en los que intenta decir al oyente que en esta época las improvisaciones sobre el piano también pueden coincidir con la forma clásica de los preludios, aunque contengan otras referencias. Es el caso, por ejemplo, del tresillo africano deTumbao, donde comienza la sincopa con la mano derecha para después contagiar toda la melodía con este contrapunteo sincopado que parece no querer irse, hasta que termina por impulsar una infinita improvisación con la mano izquierda. Por momentos, el pianista emplea a fondo ambas manos para llegar a acordes típicos y básicos de los estribillos que adornan por doquier casi todos los géneros de la música cubana.

Así, en La Campesina, Chucho ha preferido hipnotizar con elementos del bolero. Con una sensualidad similar, pero más cercana a la canción con elementos de pop, ofrece su amanecer en Sunrise, que él prefiere titular en inglés.

Con Fantasía cubana Valdés cierra un círculo que el tiempo se encargará de volver abrir. Pues, según cuenta la periodista Juana Rosa Pita, en un artículo publicado por el diario El Nuevo Herald, la Condesa de Merlín —famosa por su libro de memorias Cartas desde La Habana—, una tarde de junio de 1837 en las afueras de París tocó varias canciones cubanas ante la presencia de Berlioz, Chateaubriand y Chopin; este último se quedó tan encantado cuando la escuchó interpretar a Bellini, que terminó acompañándola al piano.


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