lunes, 5 de enero de 2015

La Habana y Barcelona unidas por un ascensor.


Nadie puede saber como fue la nostalgia de los catalanes que se fueron a Cuba. Capaces de hacer edificios a imagen y semejanza del modernismo catalán que habían abandonado, pero el matiz aumenta cuando uno entra en los  ascensores de muchos edificios del eixample barcelonés. Éste del video en mi post, donde lo grabo y me autoselfie, es de los más habituales, no por eso menos bello. El sonido de sus doble puertas me emociona y me recuerda mi primera etapa en Barcelona trabajando en la editorial Cifra, luego Linkgua en Montaner 45, donde el ascensor es similar y detrás hay un gran amigo de siglos: Radamés Molina.
El 31 de diciembre cené en casa de Flor, una diseñadora que habita un edificio de eixample, en carrer Mallorca, cuyos interiores y rejas fueron hechas por Josep Maria Jujol i Gibert. El autor de las rejas de la casa Pedrera de Gaudí, cuyo énfasis modernista es marca de casa. El ascensor de Jujol lleno de curvas con 101 años de vida, recordaba las curvas sensuales de la Pedrera. Opté por no hacerle fotos a esos interiores. Las molduras de las escaleras, las maderas y bronces  de las puertas me las reservo.

Montar en el ascensor de Jujol es como subir en esas naves que fueron a la Luna. Montar en el ascensor de Cecilia donde llevo a Maya a jugar con su amiga, es retornar al Vedado, a 12 y 23. Al edificio Sarrá donde iba a montar un ascensor que me llevaba al cielo de mi niñez. El Paradiso no es un lugar, sino el relato de un tiempo vivido.


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