lunes, 10 de abril de 2017

Mi reseña del monólogo No es país para negras. De Silvia Albert.


Poner un título que responda al concepto de la obra de forma tan directa tiene un riesgo, estás condenado a superar el impacto que ya te generó el nombre.
Ese es el caso  "No es país para Negras." Donde supera con creces la monotonía y la mediocridad en que se han convertido los monólogos en España 'gracias' a la tele.
El relato que hace Silvia Albert sobre la escena, dirigida por Carolina Torres Topaga.
Pasa por cantar, danzar, utilizar triangularmente el escenario. Usar música salsa, afrocubana o africana elementos que le dan un movimiento esencial a la obra y no te deja pestañar. 
En 60 minutos hace uso de todos los tópicos donde está encerrada la negritud desde los años setenta hasta hoy aquí.Desde los comerciales de los chocolates conguitos,  el eufemismo infame 'de color'  en vez de decir "negro; " nada queda fuera de su relato, discrimanación, segregación y su antecedente la esclavitud. Y la problemática de 'civilizar' a los negros con cultura Europea.
Quizás otra de las grandes virtudes es la utilización del poema "Negra" de Victoria Eugenia Santa Cruz,  escritora afroperuana, que lo usa de leitmotiv en todo el monólogo como una toma de conciencia de su propia piel.
De monólogo, pasa a una clase magistral sobre la identidad de ser negro nacido en España, Silvia Albert lo es,  y te convence porque negra es su piel.  Ella no está condenada a volver a África,  de la que no reniega niega, pero también allí se siente extranjera a pesar de ser su raíz. Esta lección pone en positivo un monólogo que aparenta ser un panfleto del dolor sobre la piel negra y no lo es. 

Para mí que soy negro y he pasado por las experiencias múltiples de esos tópicos. Por ej., unos  niños en Sevilla en el año 2000, me  preguntaron  si yo era Baltasar, y de chicas olerme creyendo que olía a otra cosa, en fin;
 aunque no he vivido el drama de las pateras y atravesar áfrica a pie vine en avión La Haba- París. Me extremeció este relato como a todo el público de todos colores y nacionalidades de la sala Puerta 4 en Grácia. Incluyo a mi amiga de Río de Janeiro Mayara que conocí allí, Ivonne, tan cubana y negra como yo, entre catalanes, colombianos y hasta Natalia de Barcelona.
Silvia Albert no te impacta por ser deliciosamente negra, sino por ser una actriz que te crees todo lo que te proyecta por los matices, la gestualidad, y su forma de danzar en el escenario.
Al final, no se trata solo  de un canto a la negritud. Se trata de un canto a la tolerancia de aceptar la diferencia de color, de lugar y de lenguas, en fin, de culturas. No olvidar que aunque hayas nacido aquí, cuando salgas de tu ciudad y de tu país, o sea, de tu zona cómoda, tú, yo, y todos, somos distintos.





Silvia Albert (actriz) Carolina (Directora) y yo en Chatelet, Gràcia.
Nota.
El monólogo se complementa también con excelente trabajo de sonido e iluminación que apoyan de forma extraordinaria el trabajo solitario de Silvia.

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