martes, 15 de agosto de 2017

Así comienza El Túnel de Ernesto Sábado.

[Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne...] Así arranca esta obra maestra de la literatura Argentina, que seguramente hoy, sería objeto de crítica ciega por grupos feministas bastante ignorantes. 

Ernesto Sábato fue un escritor argentino que vivió cien años. 1911-2011. Nació y murió en Argentina. Leí dos novelas de él solamente. "Entre Héroes y Tumbas" y El Túnel."  Esta última me rajó en dos. La confesión de este pintor fue brutal. En esa época yo era inseparable de un amigo pintor con quien compartía apellido, farándula, literatura y mujeres: Carlos Quintana...

Aquí un fragmento del 'El Túnel' que es un aluvión literario...

■Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.
Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad,
siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la
especie humana. La frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos
cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos
malos y, así, casi podría decir que "todo tiempo pasado fue peor", si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles,
tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza. ¡Cuántas veces he quedado aplastado durante horas, en un rincón oscuro del taller, después de leer una noticia en la sección policial!. Pero la verdad es que no siempre lo más vergonzoso de la raza humana aparece allí; hasta cierto punto, los criminales son gente más limpia,
más inofensiva; esta afirmación no la hago porque yo mismo haya matado a un ser humano: es una honesta y profunda convicción. ¿Un individuo es pernicioso?. Pues se lo liquida y se acabó. Eso es lo
que yo llamo una buena acción. Piensen cuánto peor es para la sociedad que ese individuo siga destilando su veneno y que en vez de eliminarlo se quiera contrarrestar su acción recurriendo a anónimos, maledicencia y otras bajezas semejantes. En lo que a mí se refiere, debo confesar que ahora lamento no haber aprovechado mejor el tiempo de mi libertad, liquidando a seis o siete tipos
que conozco.
Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesita demostración. Bastaría un hecho
para probarlo, en todo caso: en un campo de concentración un ex pianista se quejó de hambre y entonces lo obligaron a comerse una rata, pero viva.
No es de eso, sin embargo, de lo que quiero hablar ahora; ya diré más adelante, si hay
ocasión, algo más sobre este asunto de la rata.■

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