sábado, 2 de septiembre de 2017

Con mi hija en Roma. Amor inverso e incondicional.

Para dolor y profunda nostalgia, los hijos crecen. Por eso a cada embarazo amigo les digo, disfruten de ese trocito de carne que luego crece y crece y ya no vuelve a ser lo mismo. Se alejan de tu cuerpo irremediablemente.
Yo lo hice siempre que pude. Estas fotos son algunas que me hice en Roma. Maya tenía 8 meses. Y cometimos la maravillosa temeridad de llevarla con nosotros.
Así vi la escultura de Moises, de Miguel Ángel, estuve en el Foro Romano, me pasé todos los pasillos vaticanos con ella viendo cuadros, mapas y tapices (tesoros vaticanos)  y hasta le di el biberón allí.
Ya ese tiempo pasó, pero la disfruté mucho y es, sin duda, el orígen de ese amor que hoy nos tenemos y de su profundos llantos cuando nos separamos cada finde.
Roma no me gustó mucho, ya Florencia, Venecia y Génova me habían sembrado un amor distinto que Roma no supo darme. No obstante, verme así me ha reconcialiado con la ciudad Eterna.










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