Estoy ahora mismo en Calafell. Ante la casa de Carlos Barrall. Delante hay un fragmento de una carta de Cabrera Infante que le dice a Carlos Barral que piensa de su novela "Tres Tristes Tigres, en ese instante se llamaba "Vista del Amanecer en el Trópico" que había ganado el premio Seix Barral de novela.
Alberto Lauro que fue la única persona que conocí en La Habana que se carteaba con nuestro premio Cervantes más preciado y exiliado, Cain, me envía un en este momento enlace de música justo cuando leo una carta en el suelo del paseo marítimo de Calafell, ante la casa de Carlos Barral que no terminó bien con Caín pero sí publicó su novela.
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Se lo cuento a Lauro y le pregunto ¿viviencia oblicua? Un abrazo. Él me responde un rato después, que conoce a la hija de Barral y esto parece no terminar...
A Carlos Barral le debemos los escritores cubanos haber visto en Cabrera Infante un escritor por encima de la mayoría.
De pensar, que respiro su aire me hace feliz...
"Cuando Tres tristes tigres ganó el prestigioso (éste es un adjetivo homérico: todos los premios son prestigiosos) Premio Biblioteca Breve de Seix Barral yo era un diplomático cubano estacionado en Bruselas. En 1965 regresé a Cuba abruptamente a los funerales de mi madre. Con un tacto que aprendió de la KGB, la Seguridad del Estado cubana me obligó a bajar del avión de regreso a Bélgica y luego a una residencia forzosa en La Habana que duró lo que dura la eternidad. Para salir de Cuba, ahora al exilio, tuve que usar los proverbiales silencio y astucia de Joyce. Una de las argucias que empleé tenía la forma de una carta que me envió mi editor español Carlos Barral.
Decía él que mi libro, que entonces se llamaba Vista del amanecer en el trópico, requería mi presencia en Barcelona (que desde Cuba se veía como una ciudad menos franquista que Madrid, aunque franquismo y fidelismo compartían algo más que la intimidad de las efes) para corregir pruebas."
Guillermo Cabrera Infante.
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