martes, 15 de noviembre de 2011

De Hialeah hasta el Mariel: Foto de familia


La comida en casa de Mamilla ilustra varias generaciones de exilio cubano pero sobre todo, me llama la atención, los hijos de Mamilla y Graciela, quienes salieron de Cuba aún niños.
Iván solo recuerda de Cuba un parque pegado al mar donde existía un laberinto. Javier, el hermano mayor lo corrige diciendo que era el Parque Maceo, donde su madre los llevaba cada día a jugar.  Javier se queda en nuestro diálogo y recuerda perfectamente el día que los fueron a recoger a la escuela para llevarlos al Mariel, ese día es inolvidable para él. Mientras esperaban en la parada la guagua que los llevaría al Mariel, un señor anónimo con una barra de hierro en la mano, les dijo que se fueran de esa parada ya que los vigilantes del CDR vendrían a dar golpes a todos los que fueran allí, y como él tenía hijos pequeños prefería se fueran antes de golpearlos. Se fueron pitando a la parada siguiente y cuando llegó el bus varios pasajeros estaban sangrando por la paliza recibida justo de donde ellos escaparon. Mamilla se incorpora a la conversación y aporta un detalle estremecedor… cuando se sentó en el coche, los del CDR abrieron las puertas, le quitaron a su hija de un año, (ya es una mujer y justo acababa de llegar al party con sus hijas), y le dieron varias patadas, hasta que un militar dijo: -Ya es bastante… y le entregó nuevamente a su niña. Mamilla casi pierde su seno izquierdo. Todo esto lo escucha su hermana, madre de Iván y Javier que vivió todo esto, pero opta por sonreír y me dice, sabes lo que me gritaban los vecinos del barrio: Graciela, lechuza, te cambias por un pitusa!
Todos los protagonistas de esta escena, no han vuelto a Cuba, y esa generación de niños marielitos, son americanos. Entre ellos hablan solo inglés y el español lo utilizan con sus padres. Es curioso, cuando llega la prima pequeña, ella y sus primos hacen un aparte espontáneo donde solo hablan la lengua de adopción entre ellos y con sus hijos, que ya suman siete. Los mayores usan el español en sus conversaciones y no todos dominan el inglés.
El arroz imperial (nueva versión, al menos para mí, de arroz con pollo y queso) que acompañamos con platanitos fritos, chicharritas y aguacate lo devoré, las costumbres culinarias de la isla las mantienen y conservan intactas.
Lo último que escuchamos desde el coche, antes de partir es a Iván decir: Tía, prepárame arroz pa'l lunch.




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