lunes, 7 de octubre de 2013

El sol naciente en Barcelona desde Horta Guinardó.

Si llevas a tu hija al cole y ves un sol como éste, estás condenado a retratarlo. Algo así no puedes darte el lujo ni ser tan egoísta de quedártelo para ti cuando sabes de sobra que hay muchas personas que no tienen el cuerpo como para mirar el sol por la crisis, por no tener trabajo, por estar solos en el exilio, por una enfermedad de sí mismos o de alguien cercano, o sencillamente por ser opositores de una idea política distinta a un régimen dictatorial en cualquier parte del mundo. 
Un sol así te hace tener esperanzas de que la vida amanece pase lo que pase, te ayuda a tener ilusión zen sobre un futuro incierto; y además, tener la ilusión de compartir algo es alcanzar la virtud, y la virtud según Sócrates, es algo que no se enseña.
Un sol así me recuerda el rostro de una amiga que la semana pasada me dijo -iluminada por el vientre-mientras comíamos, que iba a ser madre de una niña y que su chico estaba como loco por ser papá.
Un sol así, es "fresca esperanza" como me comentó un lector hace unos días con otro post... Y acertó.




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