sábado, 30 de abril de 2011

Madrid: Primavera del 2011


Hacía seis años que no recorría Madrid... Puerta del Sol, Plaza Mayor, Atocha, Barrio de las Letras donde volví a la calle Moratín, donde disfruté hace diez años de un cumpleaños hecho a mi medida por Bruno, escritor y amigo, donde estuvieron y cantaron casi todos los de Habana Abierta, y claro, por un rato esa calle de Madrid,  fue Villegas Nº7 en la Habana Vieja, donde estas actuaciones eran nuestro escudo contra aquella realidad que no nos gustaba. Se agradece volver a Madrid en primavera y pasear entre los árboles de La Castellana entre otros argumentos.

Tuve la suerte de ver en El Matadero la obra de teatro La Omisión de la Familia Coleman del director argentino Claudio Tolcachirsobre la historia de una familia que se dedica a omitir lo feo de cada familiar, o sus intimidades no tolerables en la sociedad donde viven, suceso que llega al extremo de desentenderse de quien enferma..., y uno termina por ver las omisiones que ha sufrido en su propia familia, en su pareja o en la familia de los  amigos, pues ninguna familia se escapa de omisiones temporales o permanentes de sus realidades sociales o miedos líquidos.
Tras el teatro, las tapas por el barrio de La Latina; si tienes suerte de ir con habitantes de Madrid entrañables (Fide y Vanessa), entonces tienes derecho a conocer el Almacén de los Vinos, que estaba curiosamente frente a un bar cubano llamado Yemayá, en el Almacén degustamos tapas deliciosas, una incluía queso de León con helado de pimientos rojos...¡excelente! también hubo confesiones que me reservo. De nuevo La Latina, un día después, con Bruno y Paloma, en otra noche íntima donde uno se reconcilia con el tiempo de no verse e intercambia viajes, nacimientos y alturas insospechadas en América del Sur y resume el reimpacto positivo de una capital que se renueva y matiza sus contornos turísticos con un mercado como el de San Miguel al costado de la Plaza Mayor.
El Museo del Prado no podía faltar y descubrí en una exposición temporal a un pintor francés desconocido para mí, Chardin, quien pintó, entre otras cosas, unos bodegones exquisitos, especialmente me gustó uno que retrata una pirámide de fresas con unos claveles blancos que parecían lámparas al lado de un vaso de cristal, o sea, naturaleza muerta con una maestría, gusto y equilibro sorprendentes para el siglo XVIII. 
Salimos de allí en la Línea de metro 1, y Yara siempre recuerda la canción Caballo de cartón de Joaquín Sabina ... Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal... cuando la cantaba en La Habana sin haber montado un metro ni saber que se trataba de estaciones.
Si a esto añades unos abuelos que se quedaron  con mi hija en todas nuestras salidas, no puedes menos que decir que la gira fue un éxito. Maya se reencontró con Aída, Lucas y Cristina, para que no cultive omisiones desde pequeña, y hasta hubo tiempo para acercanos a San Fernando de Henares donde mi sobrino (seguidor del Real Madrid) tuvo la oportunidad de machacarme un poco con la copa que había perdido el Barça, un día antes de aterrizar con mi familia en la capital del Reino.

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