lunes, 2 de septiembre de 2013

Julián Orbón, no sólo autor de 'La Guantanamera'

Julián Orbón


La fuerza de la música popular cubana, ha hecho que músicos clásicos de interés,  queden en un segundo plano, del que es necesario sacarlos para curar en salud todo el ámbito sonoro de la Isla. Hace veinte años que murió en Miami, Julian Orbón.
Es una lástima que Orbón haya sido reconocido, principalmente, por ser coautor de La Guantanamera; dicho más exactamente, fue quien introdujo los versos de José Martí en la canción, suceso descrito por Cintio Vitier en Lo cubano en la Poesía, en 1958. No es casual que Guillermo Cabrera Infante, escribiendo sobre Orbón, terminara diciendo: "No es recordado, para tristeza nuestra, como uno de los compositores más importantes de Hispanoamérica y de la propia Cuba".
Si miles de músicos cubanos residen y trabajan actualmente en España, Orbón representó, en su momento, la fase inversa del fenómeno. Nació en Avilés, Asturias, en 1925; con sólo 7 años llegó a La Habana de la mano de su padre, el pianista Benjamín Orbón (su madre era cubana). Sus inclinaciones musicales fueron evidentes desde el principio. Con esa edad comenzó a recibir clases de piano de su padre y de Óscar Lorié. Luego, debido a la situación política de España en la década del treinta, su familia se instala en Cuba de forma permanente. Quizá inducido por su progenitor, inició una carrera de concertista de piano que abandonó pronto; con ese instrumento debutó, a los 16 años, en la Academia Nacional de Artes y Letras de La Habana.
Luego estudia con José Ardévol (1911-1981), compositor y profesor catalán establecido en la Isla, y uno de los fundadores de la Orquesta de Cámara de La Habana. Este músico abogará por un regreso a la artesanía musical y a la creación de piezas basadas en las técnicas tradicionales de composición. En los años cuarenta, Ardevol y un grupo de alumnos se unieron para formar el Grupo de Renovación Musical, cuyo lema sería "la presencia cubana en el mundo de la música". Le dan así una nueva dirección al género, de gran importancia para la formación de nuevos talentos musicales. En este grupo figuraban Harold Gramatges, Edgardo Martín, Hilario González, Gisela Hernández, Virginia Fleites y Julián Orbón. En 1945 empieza una nueva etapa para éste último, cuando compone Sinfonía en Do mayor, que marca una ruptura con el neoclasicismo prevaleciente durante su asociación con el Grupo de Renovación Musical.
En 1945 gana el concurso y la cátedra para estudiar bajo la tutela de Aaron Copland. Copland reveló al joven compositor una nueva visión de las posibilidades sonoras y lo ayudó a especializarse en el campo orquestal. Ese verano conoce a figuras como Ginastera, y a compositores latinos como Roque Cordero, Juan Orrego-Salas, Hector Tosar y Antonio Estévez, y a los compositores estadounidenses Lucas Foss y Leonard Bernstein.
El novelista y crítico Alejo Carpentier, en su libro La música en Cuba, edición de 1961, comienza la reseña de este músico escribiendo: "Julián Orbón es la figura más singular y prometedora de la joven escuela cubana". Después agrega: "pasó por el Grupo Renovación como un meteoro, antes de declararse disidente, ejecutando el Concierto de Falla, cantando y tocando de memoria El retablo de Maese Pedro, citando a León Hebreo, a Unamuno y El Romancero, entusiasmándose con La tonadilla escénica un día, al otro con La guacanayara, acoplando a Scarlatti con Isolda, o improvisando boogiewoogies, en espera de dar el más inesperado viraje de orden romántico. ¡Ah, pero sin renunciar a la forma clásica!"
Carpentier cita, además, varias de las obras compuestas hasta entonces por Orbón, de clara inspiración neoclásica: Sonata Homenaje al Padre Soler; dos canciones con texto de García Lorca; Canción para nuestro niño, basada en un poema de Fray Luis de León; Romance de Fontefrida; música incidental para la Numancia de Cervantes; dos danzas y un interludio para La Gitanilla de Cervantes; el Capricho Concertante, para conjunto de cámara; El Pregón, basado en un poema de Nicolás Guillén; y Quinteto para clarinete y cuerda, que es el concierto de cámara que cierra la primera etapa de Julián.
Un año más tarde, en Cuba, se casa con Mercedes Vecino, nacida también en el seno de una familia de músicos, que fue musa y apoyo en su carrera y con la que tuvo dos hijos.
En 1951 compone su Cuarteto de Cuerda, que Don Henahan, crítico del Daily News, definió como "trabajo poderoso", y del que afirmó que era "uno de los cuartetos de cuerda con más fuerza de los que yo jamás haya oído".
En 1954 logra su primer éxito en el Festival de Caracas, donde le fue otorgado el 2º Premio por Tres Versiones Sinfónicas, siendo considerado " la revelación de Caracas". El Festival será una "medalla" en la carrera de Orbón, no sólo por la exposición de su música, sino por el reconocimiento y los contactos con figuras como Juan José Castro, Villalobos y Carlos Chávez, siendo invitado por éste último a dar clases de composición en México.
A partir de entonces su carrera vuela cada vez más alto. Es invitado por la Universidad de Columbia a un Forum de Composición (primer músico cubano al que se le concede tal honor). La Fundación Fromm le encarga Himnus Gallicantum. La Fundación Koussevitzky le encarga Concerto Grosso. La Universidad de Miami le encarga Danzas Sinfónicas, estrenadas bajo la batuta de Heitor Villalobos, quien dijo de Orbón: "el joven de 32 años está entre los mejor dotados y más originales compositores de nuestro tiempo".
En el año 1958 es galardonado con el Premio Guggenheim, que le sería otorgado de nuevo en el año 1969.
El renombrado clavecinista Puyana le encarga, en 1960, Tres Cantigas del Rey, cuando ya vivía en Nueva York y era vecino de Andrés Segovia.
En noviembre de ese mismo año acepta la invitación del Gobierno mejicano y se traslada con su familia a México. Estos años de transición le permiten trabajar de nuevo con Chávez. Su composición Monte Gelboé refleja estos años de exilio. La etapa mejicana es muy productiva, pues logra desenvolverse con destreza en el campo de la musicología, haciendo un estudio de la música latina desde sus orígenes.
En 1963 deja México y vuelve a Estados Unidos, donde dirigirá un Master de Composición y compondrá las Partitas números 1, 2 y 3. El año 1967 será importante para Orbón, porque es galardonado por la Academia Americana de Artes y Letras y porque, por primera vez en veinte años, vuelve a España. La década de los años setenta le resulta muy difícil, atraviesa una gran depresión a causa de su exilio. Aun así, revisó todo su trabajo con ojo crítico. En años sucesivos compuso Fantasía Tiento, Liturgia en tres días (inacabada) y Homenaje a la Tonadilla. En 1981 es invitado a Princeton.
Mientras en su país natal la biografía de Orbón era desconocida, figuras del relieve de Eduardo Mata lo definen como "la única y auténtica música hispanoamericana".
En 1986 tiene lugar su tercer viaje a España, en ocasión del homenaje que le rinde el Ayuntamiento de Avilés y el Conservatorio Municipal de la misma ciudad, que desde entonces llevará su nombre. En 1990 es invitado como conferenciante a la Universidad de Miami, donde finalmente muere un año después.
Es curioso, en una carta de Orbón a Guillermo Cabrera Infante se lee: "¡Nunca se conocen los caminos que llevan a la inmortalidad!". Carpentier, en el libro que cito, se quejaba en su semblanza de que Julián no le diera a su música más acento criollo, aunque advirtió que aún podía dar grandes sorpresas. Cierto. En 1963 Pete Seeger graba La Guantanamera, olvidando poner a su autor, conscientemente, o sea, a Julián Orbón. Los tribunales se encargarían de recordárselo años más tarde.
En un banquete, celebrando un Premio literario de Lorenzo García Vega, aparecen: Fina García Marruz, Eliseo Diego, Bella García Marruz, Collazo, Cintio Vitier, P. Angel Gaztelu, Lorenzo García Vega, Alfredo Lozano, José Lezama Lima, Julián Orbón, Mariano Rodríguez y Octavio Smith.

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