"EL CURSO DÉLFICO Y CONFLUENCIAS MUSICALES DE JOSÉ LEZAMA LIMA," LIBRO DISPONIBLE EN AMAZON.
Conocí la obra de Lezama diez años después de su muerte. En 1986, un amigo poeta me llevó a casa de otro poeta, Juan Carlos Mirabal, después de un concierto en la casa del Joven Creador. Mirabal leyó poemas míos y me preguntó si conocía a José Lezama Lima, yo dije que no. Y él y otros se rieron sabiendo que yo había ganado un concurso municipal de poesía y quería dedicarme a eso. Él cogió unas cuartillas dobladas y me las extendió. En ellas solo había un poema… Rapsodia para el mulo. Yo acababa de salir del ejército y la identificación metafórica con los trabajos de ese mulo en el abismo fue evidente.
Conocí la obra de Lezama diez años después de su muerte. En 1986, un amigo poeta me llevó a casa de otro poeta, Juan Carlos Mirabal, después de un concierto en la casa del Joven Creador. Mirabal leyó poemas míos y me preguntó si conocía a José Lezama Lima, yo dije que no. Y él y otros se rieron sabiendo que yo había ganado un concurso municipal de poesía y quería dedicarme a eso. Él cogió unas cuartillas dobladas y me las extendió. En ellas solo había un poema… Rapsodia para el mulo. Yo acababa de salir del ejército y la identificación metafórica con los trabajos de ese mulo en el abismo fue evidente.
Para mi cumple, unos meses más tarde, ya me consideraba lezamiano y había leído en la Biblioteca Nacional casi todo lo escrito por Lezama, editado por él mismo, con tal entusiasmo que un día, descubrí un libro de poemas de su propiedad, marcados con sus uñas los versos que más le gustaban, lo cogí y lo escondí debajo de la camisa, con tan mala suerte que me cogieron antes de salir de la biblioteca y llamaron a la policía. El jefe de la patrulla policial no daba crédito, haberle hecho venir por un robo de un libro, y de un tipo desconocido, según él. En la Biblioteca Nacional , gracias a Víctor Fowler, escuché leer a Lezama con su voz asmática una tarde inolvidable.
Tres años más tarde, conocí a Yara, y entre muchas otras cualidades atractivas, tenía una poderosa, el primer día que visité su casa, descubrí en un librero la primera edición de Paradiso, que yo había leído y sacado sus mejores frases junto con Radamés Molina, en una libreta de notas. La portada roja del pintor Fayad Jamís, era un imán a la vista; mi asombro absoluto fue mayor cuando hablamos del libro y se lo había leído, la única de todas las novias que tuve que conocía bien el libro.
Cuando llegué a Europa, uno de los libros que traje conmigo fue Paradiso, la edición revisada de la UNESCO , y entre, reseñas de discos y conciertos de músicos cubanos que escribí para encuentroenlared, durante 2001-2006, comencé un ensayo largo sobre la música en la literatura de José Lezama Lima, Confluencias musicales de José Lezama Lima, donde hice mi pequeño aporte a los estudios ya hechos sobre la obra de Lezama y que publicó la Universidad de Pittsburgh, en 2006. Lo curioso de todo esto, es que en el ensayo trato sobre un músico de principios de siglo XX, catalán que hizo carrera en Cuba, Hipólito Lázaro, y que Lezama había reseñado cuando escribía para el Diario de la Marina , y de no saber nada de este tenor, que en su época disputó escenarios a Caruso, he pasado a vivir en la calle siguiente a la que lleva su nombre y donde éste nació, en el barrio de Gràcia.
Hace tres años atravesé Francia en coche de Barcelona a París, de retorno, vi el nombre de un pueblo, Meaulnes, y quedé impactado. En el curso délfico de Lezama, (un curso que Lezama creó para que los escritores nóveles despertaran su sensibilidad creativa) uno de los primeros libros era El Gran Meaulnes, de Alain Fournier, nos desviamos hacia el pueblo y, efectivamente, lo encontramos en el bucólico espacio que describe la novela, siendo una de las experiencias de viaje literario más importantes que me ha dado el azar en mi vida gracias al autor de Paradiso.
Lo más cerca que he estado de un cubano de la grandeza de José Lezama Lima, de su cultura y la universalidad de lo cubano fue las muchas veces que pasé en La Habana en los años noventa con el arquitecto Ricardo Porro..
Lo más cerca que he estado de un cubano de la grandeza de José Lezama Lima, de su cultura y la universalidad de lo cubano fue las muchas veces que pasé en La Habana en los años noventa con el arquitecto Ricardo Porro..