Él llevó a su niña a ver los fuegos artificiales la noche del atentado y dice que el viento que hacía era muy fuerte, que tiraba todo al suelo.
Que lleva tres años aquí y no había visto así, inusual y de mal rollo.
Estaba al final del Paseo y terminando los fuegos fue a recoger a su mujer con la niña al restaurante cerca del Paseo, y terminaron acogiendo personas en el restauran hasta llenarse. Sin saber nadie que pasaba. Todos corrían.
Me sorprendió su alusión al viento cómo señal de presagio.