"Por un tiempo el jazz, se pudo llamar Chazz" el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante escribió esta frase homenajeado al músico cubano Chano Pozo, quien introdujo las congas afrocubanas (tumbas) en el jazz de Estados Unidos: La meca del jazz. A partir de ese instante ( 1947-1948) el jazz cambió y con ello la influencia música cubana en el jazz, latín jazz y la salsa.
Hay músicos que, amén de su grandeza, han muerto en circunstancias lo suficientemente dramáticas como para acabar en mitos de la memoria musical de un país. En Cuba hay varios, entre ellos Alejandro García Caturla, que murió de un disparo, Freddy, a la que la mató su excesiva obesidad y, sin duda alguna, Luciano Chano Pozo. Todos tienen en común que sus muertes prematuras cegaron una carrera musical ascendente. Pero quizás por las peculiaridades que la rodearon —drogas, venganzas y religión—, la muerte de Chano ha sido la más comentada y la que menos claridad ofrece, a pesar de haber ocurrido el 3 de diciembre de 1948.
Antes de hablar de su muerte hay que decir que llegó como músico a Nueva York acompañado de su última mujer, Caridad Martínez, Cacha, en 1947. Es decir, en menos de un año llegó a revolucionar el bebop en cubop, con sus tres tambores; es cierto que se consagró con su pieza Manteca, pero antes dio a conocer otras como Nagüe, Nagüe, Pin Pin, Tin Tin Deo, Cayó Berlín, Bocoboco y Ariñáñara Bocuere, y hay que recordar que en el mismo año de su llegada abrieron un club latino en el Palladium que se llamó como una canción suya, Blen blem, tema que ha sido usado en varios textos literarios y musicales de Guillermo Cabrera Infante. Fue la opinión de Mario Bauzá la que inclinó a Dizzy Gillespie a contratar a Chano Pozo, con lo que se logró uno de los momentos estelares en la historia del jazz ("Él hacía algo que me cambiaba el ritmo (...). Sin Chano ya esto no es lo mismo", ha reconocido Gillespie). También hay que decir que Miguelito Valdés en Nueva York, y Rita Montaner en La Habana, le dieron impulso para que continuara en EE UU la carrera de compositor, tamborero, cantante y bailarín de rumba que había desarrollado en su ciudad.
La versión más acertada de la muerte de Chano se la dio Mario Bauzá a Leonardo Padura en Nueva York, poco antes de morir: "La noche del 3 de diciembre, Chano, Miguelito Valdés y yo estábamos citados para un debut en un bar, y yo estuve por la tarde cambiando unos cheques de viaje que tenía. Como todavía faltaba un rato, me quedé en la casa oyendo la pelota de Cuba, en un radiecito que tenía, cuando me llaman por teléfono y me dicen: 'Oye, Mario, acaban de matar a Chano. En Lennox, entre la 111 y la 112. En la barra del Río Café'. Entonces me puse a averiguar y supe que la muerte de él fue prefabricada por otra persona, por la envidia que volvió a despertar aquí, por haber triunfado y tener dinero. Pero esa persona que fabricó su muerte la está pagando en vida, y el que lo mató, al que le decían El Cabito, un puertorriqueño que había venido medio desquiciado de la guerra, nada más fue un instrumento para hacerlo, pues hasta le pusieron el revólver en la mano". Luego Leonardo Padura le insiste sobre quién organizó el asesinato: "¿No me puede decir el nombre de esa persona que fabricó su muerte?" Bauzá le contesta que no. Con él, que murió poco después, se nos escapó el nombre del que pudo tramar la muerte de Chano.
Hay otras versiones (Leonardo Acosta afirma que se tratan de una falsedad). Un ejemplo es la de que Chano había divulgado "toques secretos" de la sociedad afrocubana abakua, que no existía en dicha ciudad, y otra que incumplió una promesa de Changó, que casualmente cumple día después de su muerte, el 4 de diciembre. De lo que no queda duda, asegura Acosta, es que el gran mérito de Chano fue adaptar los patrones rítmicos de la tumbadora —en los géneros tradicionales cubanos— a los que habían establecido los creadores del bop, cambiando ciertos acentos para evitar que la parte de la tumbadora en la polirritmia criolla chocara con las acentuaciones típicas del bop, sobre todo con el platillo.
Una cosa es cierta, y es que el espíritu de Chano sobrevuela hoy sobre la cabeza de percusionistas cubanos como Angá, Tata Güines, Patato Valdés y los Papines. Ahí está cada vez que se paran en un escenario.