La ciudad de La Habana se conoce por varias alegorías. Una es el Castillo del Morro, que hizo famoso un ataque inglés en el siglo XVIII, otro más reciente es el Malecón, que intenta dejar su huella húmeda en la memoria de quien lo pisa por primera vez.
No obstante, antes que La Habana fuera lo que es hoy, cuando sólo tenía una iglesia, la Parroquial Mayor en la Plaza de Armas, y sus vecinos intramurales sumaban 12 mil en los inicios del siglo XVIII, el Castillo de la Real Fuerza estaba coronado por una estatuilla: La Giraldilla; un dicho popular rezaba que quien nos visite y no la vea, no ha visto la villa, y tenían razón.
De los símbolos habaneros mencionados no queda duda de que ésta ha sido la que más ha despertado la imaginería popular. Se le adjudican leyendas, como que fue creada a imagen y semejanza de Isabel de Bobadilla, quien esperó inútilmente durante tres años a su esposo, el gobernador Hernando de Soto, descubridor de la Florida en mayo de 1539, y que jamás regresara. Otra historia, aunque menos conocida, es la que generó el apellido del escultor de la Giralda, Pinzón, similar al de uno de los comerciantes que viajó con Cristóbal Colón y al que muchos atribuyen la creación de la estatuilla a pesar de no coincidir en el tiempo. Ambas fábulas se desmoronan ante el hallazgo histórico que a continuación presentamos, pues tanto Isabel de Bobadilla como Pinzón, vivieron cien años antes de que se creara la Giraldilla.
Pasado el tiempo, la Giraldilla bajó de su pedestal para encontrarse en cualquier parte de la ciudad o del mundo: es el nombre de una de las lanchas que atraviesan la Bahía de La Habana hacia el barrio de Regla cada 10 ó 15 minutos; sirve de logotipo al equipo de béisbol de la capital y para no abrumar, es la etiqueta del ron cubano más conocido, el Havana Club, con una venta acreditada en 90 países.
Pese a ello, su historia real aún hoy se halla dispersa, ya que no existe un texto único, aglutinador, que concentre conceptualmeate toda su trayectoria. Esta obra es considerada el único ejemplar que ilustra nuestro arte escultórico de los seiscientos... esa mujer de gesto arrogante no exenta de coquetería, cuyo ropaje de graciosos pliegues se ajusta al cuerpo, acentuando, más que cubriendo sus formas.1
Todo esto podrá cambiar cuando se conozca que una paleógrafa del Archivo Nacional de Cuba, encontró en un notarialdel siglo XViI, un documento que ratifica con certeza el nombre y apellidos del escultor, fundamenta la tesis de que fue construida en La Habana y menciona con claridad los materiales empleados en su creación.
Sobre el nombre, los apellidos y algunos materiales utilizados, el investigador Pedro A. Herrera,2 ya había llegado a las mismas conclusiones al trabajar con otras fuentes: las actas capitulares del Cabildo Habanero y las actas bautismales de la Catedral de La Habana.
Con el documento que presentamos se demuestra que junto a las fuentes citadas, los Protocolos Notariales del siglo XVI conservados en el Archivo Nacional, son la referencia más importante para la Historia de Cuba de esa época en nuestro país, no siempre tenidos en cuenta por los actuales investigadores.
Generados por la Escribanía de Fomaris en el año 1638, son los folios 430r-434r los que a continuación reseñaremos.
Este texto, con su letra procesal, no hará más por la Giraldilla de lo que ya representa, pero sí nos ayudará a reconstruir la atractiva memoria de su nacimiento.
Esta estatuilla de bronce, de delicadas y bellas facciones - una de las obras más selectas en su género de la época colonial -, es obra de Jerónimo Martín Pinzón, artífice, fundidor y escultor, y aunque popularmente se ha considerado, por sus facciones presuntamente indígenas, como una representación de la ciudad, no es probable que esto estuviera en la mente del escultor.4
Otro historiador de la ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, al referirse a la Giraldilla en sus Apuntes Históricos de la Habana, vuelve sobre la cita de Manuel Pérez Beato sin aportar otros datos de interés.
Quien más se ha acercado a la historia real de la Giraldilla ha sido el investigador Pedro A. Herrera, que incluso transcribió por primera vez de forma correcta el medallón que lleva en el corpiño y que dice Gerónimo Martínez Pinzón. Artífice, fundidor, que la esculpió.5
Esta aclaración fue publicada en el año 1972, pero a pesar de haber sido difundida en la revista Bohemia, la más antigua de Cuba, los errores y la mitología popular que ha generado esta obra han pesado más, y la propia revista en su sección “Historias Breves”, 18 años más tarde, dio crédito a los mismos errores en cuanto al apellido del escultor y [a] que había sido esculpida a imagen y semejanza de Isabel de Bobadilla.6
La transcripción del manuscrito, una carta fianza,7 nos llega para aclarar una polémica histórica - y a veces mística - que ha rodeado a la estatuilla en los tres siglos y medio que lleva coronando el Castillo de la Fuerza
La carta fianza la emite Salvador de Aroca en favor de Gerónimo Martínez Pinzón para que pueda cobrar su trabajo por haber hecho la Giraldilla. Desde el comienzo del documento nos ratifica el error histórico cometido con el apellido del escultor, que siempre se tradujo como Martín, cuando en realidad es Martínez.
En la primera parte, Salvador, vecino de San Cristóbal de la Habana, presenta un memorial ante el gobernador y capitán general don Francisco Riaño y Gamboa, caballero de la Orden de Santiago, avalado por los jueces oficiales de la Real Hacienda.
En la segunda, el licenciado Fernando Felipe de Tovar, en nombre de Gerónimo Martínez Pimón, dice que este último hizo y fundió la Giralda que está sobre la Torre del Castillo de la Real Fuerza de esta Ciudad por mandato del señor gobernador y capitán general. Habiendo acabado, pidió mandar a tasar las mermas que había tenido el metal para hacer las tres fundiciones que tuvo la Giralda.
Los maestros de fundición, encabezados por Juan Cabrera, declararon que en lo cincelado y plateado se gastaron unas 50 libras, solicitaron el pago del trabajo realizado y, al final, pidieron se tuviera en cuenta el carbón y la leña que se habían gastado.
El dinero total que determinaron los maestros fue de 350 pesos y como no se le había pagado a Martínez Pinzón, se pide que se le pague de la Real Contaduría de Su Majestad.
La tercera parte es un decreto del Gobernador por el cual los oficiales reales deben ajustar las mermas con las certificaciones, y además deben ver la cantidad de cobre y otros géneros que quedaran en poder de Gerónimo para que sea pagado lo que se le debe.
La respuesta de los oficiales es la cuarta parte del documento, y constituye una de las más interesantes, junto a la segunda, en la que se presentan ajustadas las cuentas con las certificaciones de los maestros de fundición, así como lo recibido.
Consta que Gerónimo utilizó 81 libras de cobre, cuatro libras de plomo, tres libras de oro, tres arrobas y dos libras de cera de Campeche, tres libras de hilo de hierro y cuatro cañones de mosquete.
Continúan exponiendo que se debe denegar la pretensión de pago de Gerónimo Martínez Pinzón, al no haber, según ellos, necesidad de hacerlo, ni haberse emitido orden real, y que, antes, debe éste restituir a la Real Hacienda el cobre y los demás materiales consumidos en su fundición.
La sexta parte del manuscrito, es una réplica de los oficisles reales protestando por el último decreto y salvando responsabilidades ante el Rey, quizás prejuiciados por la idea de que Bitrián había sido separado de su cargo por su estado valetudinario.8
La séptima parte la hemos subdividido, a su vez, en, dos. En la primera, después de una aclaración que el gobernador Gamboa hace a los oficiales en cuanto al uso del dinero en los asuntos de su gobierno, vuelve sobre el tema del desembolso y manda que se le pague a Gerónimo Martínez Pinzón lo decretado por el trabajo que realizara. Apunta además que si en dos años éste no trae autorización real por haber hecho la Giralda, tendría que devolver el dinero a la Real Hacienda. En la segunda - que es la esencia de la carta fianza - en cumplimiento de todo lo expuesto, el fiador de Gerónimo Martínez Pinzón, Salvador de Aroca, se compromete a pagar en dos años los maravedís contraídos, contando desde el 21 de octubre de 1638.
Si recordamos que en este mismo siglo el azúcar se había convertido en uno de los productos tropicales más demandados y que La Habana, propiamente, comercializaba su azúcar con la Península a través de Sevilla, mientras que otras ciudades como Santiago de Cuba y Bayamo lo hacían con otras tantas españolas, es de pensar que alguien haya sugerido, en más de una ocasión, la posibilidad de construir aquí una Giralda evocadora de la sevillana.
Otra nota interesante se relaciona con la cruz. La Giraldilla tuvo originalmente la cruz de Calatrava. Esta orden religiosa y militar española fue fundada por San Raimundo Fitero, abad del monasterio de Fitero, Navarra. Su misión era defender la plaza de Calatrava de los ataques de los moros.
No es difícil llegar a la conclusión de que si Bitrián de Viamontes pertenecía a esa orden, intentaba amparar, al menos espiritualmente, nuestra ciudad, que en esa época estaba acosada por piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros famosos como Pie de Palo y Henry John Morgan. Teníamos el trágico privilegio, y pensamos que aún lo tenemos, de ser la porción de América más amenazada y una de las posesiones ultramarinas más codiciadas.