Algo que no podía pensar en noviembre de 1999, la primera vez que pisé esta ciudad, después de varios viajes: sólo, con pareja, con familia, en coche, avión y con hija, en una misma década, advierto que esta ciudad guarda intacta los sueños de quien era cuando salí de Cuba. Que muchos de ellos no he realizado, otros sí. Dormir aquí me da la posibilidad de volver a recuperar ese impulso inicial, onírico, más literario que real, más azul que la realidad incolora que se te va inoculando entre pérdidas y fracasos personales que aquí se olvidan.
Este viaje volví al Museo Orsay, hace 12 años que no venía- .... Sarah en 1999 me trajo a la cafetería del museo después de ver la colección permanente de los impresionista y aluciné con la perspectiva del Sena y la ciudad. Hoy llueve... Da exactamente igual...