Cuando abandonas tu país, en muchos casos pasa, que trabajas en lugares que no deseas, pero que pagan tus facturas, que no saben de empleo, sino de gastos y dinero. Julio Cortázar llamaba a estos oficios: trabajos comestibles.
La estancia en estos lugares suele ser llevadera cuando encuentras por casualidad a personas que escuchan en su MP3 algunas de tus canciones preferidas o le gusta descargarse las mismas películas (italianas o francesas) que no pudiste ver en su momento porque no vivías en Europa y solo te llegaban algunas.
Ayer por la tarde a B. Z., iniciales de un desempleado más, un amigo menos, le han dicho que no vuelva mañana. Él y yo teníamos la ilusión de que la bajada de producción no le afectaría, pero no fue así. Mañana no vendrá. Tendrá que ir a la Empresa de Trabajo Temporal (ETT) que lo subcontrató y de ahí a la Oficina del paro para entrar oficialmente en sus listas.
Llegó hace unos años de Argentina donde se ha abierto camino entre hielo y rocas, solo, y no es metáfora pues trabajó en una estación de esquí en Andorra y luego aquí en Barcelona. No pertenece a esa clase de Buenos Aires que viaja con pasaporte italiano a casas de familiares. Vino porque se agotó en su país y se creó una vida con su chica en la ciudad de su equipo de fútbol predilecto: Barcelona, donde un coetáneo suyo, Messi, le hace sentir que este país es un poco suyo también.
Cuando le dijeron que no volviera pasé muy cerca de donde estaba hablando con su superior, y su rostro reflejaba un dolor de impotencia que me es imposible describir, solo compartir que ya su mente se sentía fuera del sistema una vez más. Soy especialmente sensible, porque imagino el rostro de su chica cuando él se lo diga, sé de los viajes que no podrán hacer y la reducción de gastos que tendrán que volver a reajustar tras este nuevo bache.
Con él hablaba hace muy poco de la putada que significa la subida de la edad de jubilación en España, ahora hasta los 67años, y con ésta el aumento de los años de cotización para poder cobrar el 100% del retiro que correspondería, y lo difícil que será para los emigrantes que llegamos con más de 30 años a este mercado laboral alcanzar los 38 años cotizados… pero ése es un futuro que no pasa ahora por su cabeza.
A partir de mañana no tendré con quien hablar de la salud de Gustavo Cerati, ex cantante de Soda Stereo si sigue ingresado, ni de la próxima gira de Fito Paéz en España; sí, ya sé: tengo su email, es amigo en Facebook, lee mi blog y tengo su móvil; pero era mucho mejor hablar con él de estas cosas durante la jornada laboral, donde nuestros intereses nos hacían llevar la trayectoria de 09:00 a 18:00 horas de forma más leve.
Mucha suerte B. Z. Te regalo una canción de Fito Páez que a mí me levanta cuando estoy caído:
En esta puta ciudad, todo se incendia y se va,
matan a pobres corazones.
En esta sucia ciudad no hay que seguir ni parar,
ciudad de locos corazones.
No quiero salir a fumar,
no quiero salir a la calle con vos.
No quiero empezar a pensar
quién puso la yerba en ese viejo cajón.
Buen día lexotanil,
buen día señora, buen día doctor.
Maldito sea tu amor
tu inmenso reino y tu ansiado dolor.
¿Qué es lo que quieren de mí,
qué es lo que quieren saber?
No me verás arrodillado.
Dicen que ya no soy más yo,
que estoy más loco que ayer,
y matan a pobres corazones.
(Ciudad de pobres corazones, 1987)