Cuando te separas nunca piensas en el valor que tendrán en tu vida futura, las madres del cole de las amigas de tu hija. Yo las veo azules, pues adoran a tu niña y tienen gestos con ella como lo tendrías tu.
Soy blogger y escritor. Publico libros y tengo grupo afin a mi ego, cerca. Soy una especie que no necesita buscar nuevos mercados para el amor. Pues el elogio a mi profesión es directo. Nítido y te viene a través de cada post, detrás de cada poema.
De tantos cumpleaños, y veces de encuentros y azar en el cole y extraescolares, descubres que allí, much@s que no saben quien eres, te reconocen, nada menos que como padre de Maya. Después de una vida queriendo ser reconocido como escritor, resulta que ser reconocido como padre es una bomba de riqueza emocional at infinitum. El azar solo favorece a los espíritus separados.
Ella, la de ayer, que estaba vestida de verano tan orgullosa de su hija como yo. Me miró sin mirarme. Hizo como quien no te ve detrás de la piel. Yo llevaba una camiseta de Prince y soy tan previsible que escuchaba a Prince, miraba sin ver.
Ayer hubo extraescolares. Hoy había cumple de las mismas amigas de mi hija y sus madres. Yo esperaba verla, a la madre primavera, similar al mediterráneo que veo en todas partes en Barcelona, o como al Mar que veía en una isla rodeada de agua... No vino a por su niña o yo no la vi. Así es el desamor. Así acaba el amor virtual de un poeta en plena primavera que parece otoño.
Sorpresa! Maya lee ambos textos y pregunta: -¿Papa quién es?
Y le digo. La literatura crea figuras literarias que no necesariamente existen.
Dulcinea, aquella del Quijote que te leo en las noches no tiene que haber existido.
Su existencia solo es real cuando me mira a los ojos.
No te diré quién es. Solo que me debe un paraguas. Lo perdí escribiendo el primer texto en el metro.
Ese mismo metro donde la gente ve a un padre con su hija muy cariñoso y no saben que pasarán 15 días hasta volver a tener un finde con ella.