Para llegar al sitio que elijo en la memoria para escribir, siembre bares o teterías. Voy por los caminos del barrio de Gràcia en Barcelona donde vivo y escribo. Nunca he hablado de los pasajes por los que transcurre mis andares, hoy si. Hay en mi ruta actual dos. Uno el Passatge Redemptor, que lo mejor que tiene es una escalera, y el Passatge Camil Oliveras que es el encanto del siglo XIX en sí mismo.
Cuando entras aquí en Camil Oliveras, ver las fotos del post, la perspectiva de la calle se estrecha y sólo ves a ambos lados pequeñas casas modernistas renovadas con jardines. Todo muy modesto a nivel arquitectónico pero dan una idea excelente de cómo vivía la clase media del barrio hace más de un siglo.
Los árboles varios forman parte del paisaje, son cómplices de una escenografía que no deja que la luz plena se apodere del todo. Todo es húmedo y vaginal y las flores en primavera crecen a gusto, en forma y a placer.
Estos pasajes son como calles adolescentes que no han crecido. Parecen otra fuga en el exilio que ya tengo. Nunca se sí alguien me sigue o voy siguiendo a alguien que soy y no encuentro. Me gusta pensar que un día algún vecino me invitara a compartir el jardín y cuando pasé la verja privada entraré en el siglo XIX con pleno derecho, si ese vecino es el propio Camil Olivera i Gensana, que fue arquitecto de la diputación de Barcelona, el placer fuese doble.