Francisco de Icaza.
Este verano, entre los miles de planes sin dinero que proyecto antes de coger vacaciones, uno era ir en coche con unos amigos a La Alhambra, para mostrárselas a ellos, a mi hija y a mí mismo que llevo más de trece años sin volver a verla. Este poema que cito al inicio y que encontré en un extraordinario libro Memoria poética de la Alhambra, me lo ha recordado.
Sólo pensar que volvía al Darro, el río que corre por mis venas de recuerdo entre el Albaicín y La Alhambra con Maya, me emocionaba.
Claro, yo antes de ir a Granada hace más de una década hice los deberes y me leí Los cuentos de la Alhambra de Washintong Irving. Por eso cuando me vi en el Paseo de los tristes, flipé en colores de forma insólita...
Volveré seguro. Sobre todo ahora que las habitaciones donde vivió el escritor Washintong Irving en el siglo XIX están abiertas al público.
No tengo fotos de esa visita en el verano del año 2000. No tenía ni móvil. No existía el concepto de redes sociales. No tenía residencia en España, tenía libros, acababa de llegar a Europa.
Hoy La Alhambra será otra..., como yo, que ya pasé en estos años por otros castillos y residencias de reyes como Versalles, o el Castillo de Praga, el castillo medieval más grande del mundo. No obstante, el agua de las múltiples fuentes de la Alhambra, la arquitectura de todo este espacio volverá a ser único y podré ver a mi hija de verdad volar en una alfombra mágica de recuerdos...