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sábado, 25 de junio de 2011

Sobre la piel de un actor: Luis Alberto García


Después de 34 películas filmadas, Luis Alberto García tenía demasiadas cosas que contar sobre la vida cultural de los años noventa dentro y fuera de Cuba. Esta entrevista se la hicimos en 1999, (Yara Duverger y yo)  meses antes de abandonar nosotros el país, en pleno estreno de la  película, La Vida Es Silbar, como protagonista. Fue publicada en Encuentro en la red por Jesús Díaz, en julio de 2001, hace diez años.  Hoy la retomamos para el blog, pues su interés sigue vivo. Pido disculpas por su extensión.
¿Cómo ves la diáspora del arte cubano de los noventa en los actores?
Si yo hubiera pasado toda mi niñez y adolescencia soñando con estudiar y cuidar a los canguros, estaría hoy en Australia y no en Cuba.
¿Qué pasa con los actores cubanos? Para ir directo al grano: no hay trabajo en Cuba y el poco que existe no alcanza para vivir.
En mi caso particular puedo considerarme un afortunado porque aún consigo papeles interesantes (o no) sin tener que abandonar el país por largos períodos de tiempo, pero formo parte de un pequeño grupo que es la excepción de la regla. El mercado de trabajo actoral cubano ha sufrido una contracción atroz. El Período Especial y todo lo que arrastra hace que actualmente (septiembre de 1998) la T.V. cubana retransmita una aventura cubana, una telenovela colombiana (justo cuando llegaba a término) y una novela cubana, todas en horarios estelares.
A bolina se fueron los espacios del Cuento y Teatro I.C.R.T., hay un solo programa humorístico y poquísimos infantiles. Muchos de los mejores actores cubanos que quedan de este lado, malviven del radio o los doblajes.
En cine, sólo se ha rodado una película en lo que va de año. Salen a filmar únicamente aquellos directores que consiguen financiamiento en divisas, que sólo puede llegar del exterior, y muy pocos productores se arriesgan a invertir en argumentos que les son ajenos y para colmo provenientes de un país seriamente bloqueado por la mayor potencia del planeta, quien a su vez es el mayor difusor de cine mundial y dueño de casi todos los mercados. Por tanto, la producción cinematográfica baja a extremos alarmantes en una nación donde el pueblo prefiere las películas del patio por encima de todas las demás.
En el teatro, agobiado más aún por la escasez de recursos económicos, la falta de salas apropiadas y los recortes de energía eléctrica, puedes estar ensayando una obra medio año y luego hacer tres funciones un fin de semana, cuando antes se hacían temporadas enteras y hasta reposiciones de las más exitosas representaciones. Pululan los proyectos teatrales sin sede ni escenarios fijos, son teatristas trashumantes y encima, los peor pagados en comparación con el cine y la televisión.
Con este panorama de ribetes tan dramáticos, se comprende que muchos actores y actrices cubanos se hayan decidido a probar suerte allende los mares. No pocas veces escucho que se les critica o se ironiza a costa de ellos públicamente (otra vez la doble moral), por trabajar en telenovelas latinoamericanas "lacrimógenas" o en películas fallidas, pero esas mismas ¿personas? te susurran en privado lo bien que le ha ido a fulano en tal país y lo bien que le están pagando. Da asco. ¡Más respeto para esos artistas! ¿Quién tira la primera piedra? ¡Qué levante la mano el actor o la actriz que no haya hecho concesiones artísticas en Cuba cuando el cinturón aprieta! Revisemos el curriculum vitae de cada cual. A diferencia de los creadores individuales que son responsables absolutos de cuanto plasman en sus obras, los actores no siempre hacemos los personajes que quisiéramos desempeñar y casi nunca éstos representan nuestros puntos de vista o nuestras más recónditas opiniones, sino la de otra persona, ya sea el dramaturgo, el guionista o el director. El cuerpo y el intelecto, que son las herramientas de trabajo del actor, se anquilosan y llenan de herrumbre si no se los entrena a diario en la construcción de algún rol, se pierden facultades. La diáspora actoral se ha producido como consecuencia de la desesperación, porque la vida se acaba, los años pasan (nos vamos poniendo viejos, Milanés) y lo único que adora un actor es actuar.
Reinaldo Miravalles, Miguel Gutiérrez, Ramoncito Veloz, Albertico Pujols, Yolanda Ruiz, Beatriz Valdés, Isabel Moreno, Lili Rentería, Omar Moynelo, Lily Vega, Francisco Gattorno, César Evora, Rolando Brito, Leonor Cabal, Eduardo Vergara, Ileana Wilson, Jorge Trinchet, Orlando Fundicelli y tantos otros... ¡Cómo me duelen! ¡Cuánto me gustaría que estuvieran todos aquí y hacer juntos las mejores películas, las mejores telenovelas, las mejores obras de teatro, los mejores programas de radio, los mejores doblajes!
Pero me duele más o igual saber que Enrique Molina, el mismo que diera una soberana lección de actuación con su Silvestre Cañizo, sea taxista con licencia, o que José Antonio Rodríguez (grande entre los grandes) casi no trabaje, o que Mario Balmaseda envejezca sin volver a sus personajes inigualables. Me duele que René de la Cruz no haga más Julitos ni Samuel Claxton otro Maluala, ni Tito Junco otro papel como Pata Pelúa, o que salven del olvido a Maritza Rosales, Verónica Lynn, Aurora Pita, Manuel Porto, Miguel Navarro o María de los Ángeles Santana sólo cuando hacen una telenovela de éxito y luego sea de nuevo la oscuridad.
Me duelen los infartos de Rogelio Blaín y extraño mucho a Daysi Granados, Adolfo Llauradó, Eslinda Núñez, Isabel Santos, Thais Valdés, Nancy González, Luisa María Jiménez, Osvaldo Doimeadiós.
He visto a una gran actriz cubana pedir una lata vacía de mermelada para poder orinar en una filmación y subirse con ella en un transporte de vestuario para llevar a término tan difícil empresa, y me han dado deseos de llorar, pero he pensado en la falta de recursos. Aún así, sobreponerse no fue fácil. Luego he visto recibir con bombos y platillos a elencos enteros de telenovelas foráneas, como si fueran héroes de la patria, y recibir de nuestros funcionarios las atenciones y agasajos que nunca han tenido con los del patio, y en casos así, los recursos lejos de faltar, parece que sobran. Es una modalidad de apartheid que no comparto ni aplaudo y nos hace sentir inferiores. A los nativos (actores y actrices) no se les premia nunca con estancias en el Hotel Nacional o el Cohiba o el Meliá Varadero, Cubana de Aviación no les lleva gratis ni a Isla de Pinos, Cubanacán se desentiende y Panataxi no los traslada a ninguna parte como cortesía de la Empresa. Para recibir ese paquete exquisito hay que venir desde más allá de la plataforma insular. Yo solo pienso que con todo ese dinero bien podría comprarse un trailer con baño incluido y refrigeración, para que mi gran actriz olvide la lata de mermelada. Ella no quiere un tour, quiere un baño en su centro de trabajo (que nunca está en el mismo sitio). Mi abuela, vieja sabihonda donde las hubiera, que en paz descanse, me diría: "Mi'jo, son candil de la calle y oscuridad de la casa".
Me alegran los éxitos del "exilio actoral" cubano y me laceran los desaires y maltratos (voluntarios e involuntarios) que sufren los que están en el "insilio". Mientras tanto, tengo en casa a una actriz, que hace seis años que no trabaja como tal, y se me pone mustia algunos atardeceres fatales. No se ha ido a probar suerte porque me quiere, ya no tiene 20 años y encima tiene dos hijas conmigo. ¡Menos mal!
¿Y qué crees de los que hoy hacen revolución con la música y el arte cubano en cualquier parte?
Se ha abusado tanto del adjetivo "revolucionario" y se usa de manera tan arbitraria, que me provoca la mayoría de las veces cierta desconfianza, sobre todo si el que se autoproclama como tal (refiriéndose a la Revolución Cubana) demuestra con su vida diaria exactamente lo contrario. He conocido realmente bastante pocos revolucionarios de esa clase, y cosa curiosa, no se preocupan mucho por hacérselo saber a los demás. Se ha entronizado tanto la doble moral, a todos los niveles, que ya no sé a quién creerle.
Es por ello que de un tiempo a esta parte prefiero a los que hacen revolución en el sentido más literal. Es decir, a los que revuelven, cambian y alteran el orden de las cosas en sus esferas o campos específicos. Me gustan definitivamente los que mueven ideas, buscan otros caminos y otros puntos de vista, a sabiendas de que no hay verdades absolutas ni respuestas definitivas. De ésos, está llena la Cultura Cubana, dentro y fuera de la Isla.
Constantemente se revolucionan las artes plásticas cubanas (a mi entender, la punta de lanza de nuestro panorama artístico y laboratorio de todas las vanguardias) con formas y contenidos novedosos (y escabrosos); lo mismo ocurre en la literatura, cuyas huestes se nutren progresivamente de jóvenes escritores con diversas y muy peculiares maneras de plasmar sus vivencias, otro tanto sucede en la cancionística, el teatro, la danza, el cine. Las generaciones se relevan y es lógico que cada una niegue algo de la anterior y cambie, o pretenda cambiar lo que hasta entonces se consideraba perfecto y lo moderno. De todos ellos, solo puedo creer en aquellos que son consecuentes con sus ideas y se lanzan al ruedo, sin pensárselo, para hacer su obra, que se de a conocer, compita y levante vuelo. Es la obra lo único que logra salvar al artista, no las buenas intenciones; y si las carencias o incapacidades del país impiden que se realice la obra, hay que tratar de desarrollarla en otros lares, cueste lo que cueste. No creo en aquellos que se cansan y se dejan corroer por el desaliento. Ser artista y vivir sólo de ello, es difícil en cualquier rincón del mundo. Por cada triunfador hay un ejército de perfectos desconocidos, frustrados en su gran mayoría, pero aún éstos últimos tendrían que insistir hasta el límite de sus fuerzas por imponer su obra. Los artistas cubanos que hoy habitan temporal o definitivamente en tantos países disímiles, merecen todo mi respeto (más allá de si comulgo con sus ideas políticas o no), sólo por el hecho de que los he visto luchando a brazo partido en condiciones competitivas muy duras y en un terreno que desconocen, por hacer su trabajo. Algunos sin hacer concesiones de ninguna índole, otros, haciendo algunas, y otros, (los menos), haciéndolas todas, pero no seré yo juez de ninguno. Ellos son de mi equipo, y yo soy fiel a dos equipos: al de los artistas y a los Industriales.






Este texto fue publicado en 2002, también por la web, Arte en Miami. 
Foto del periodico Digital, El Habanero.