páginas vistas

jueves, 15 de diciembre de 2016

Cenar en el Celler del Nou Priorat en Sants, Barcelona. Con Dora Diamant, la memoria y Paquito d' Rivera.

Sí alguien te dice que vas a cenar en el paraíso, obvio, no te lo crees. Si vas "Celler del Nou Priorat," asumes que vas a comer en el paraíso.  Quizás porque hace tiempo sabemos que comer es algo más que un plato, carne y lúgumbres sobre o encima... Influye con quien vas, el espacio, la música ambiente y quien te atiende. 
En este Celler, que está en el barrio de Sants, además de Dora Diamant* y yo, estuvo parte de la noche, Paquito d' Rivera con su CD 90 Millas, donde tocan, además, Chucho y Bebo  Valdés.
Estuve mucho más cerca que noventa millas de Cuba. Soy un pez (piscis) y la memoria es el mar donde moverme de perfil es la esencia de mi vida.
Dora Diamant* y  yo llevábamos más de 20 años sin vernos. Exilio y mucha vida: ambos casados e hijos y abandono del país  nos separaron. Para mí había sido mi novia, para ella no,  a pesar de que fuimos juntos a conciertos y casas de mis amigos,  le presenté a mis padres, visitamos a mis hermanos hicimos el amor incontables veces por muchos lugares y formas. Era una novia para mí. 
Brillante, bella y hablaba alemán y húngaro. Había vivido mucho tiempo en Europa. 
Sus padres eran diplomáticos de Castro en Europa. O sea, eran espías. A mí  no me gustaba ya el gobierno, pero sí las delicias de su jardín, decía un amigo. 
Un día me dejó fuera de su vida sin explicación posible.  Entonces la desterré. Siempre he pensado que dejar a un poeta es sacrilegio, nadie tiene tanta suerte. Claro, es un ego como la catedral y solo eso.
Yo que la conocí cuando comenzaba una carrera literaria incierta. Asumí que me dejaba por diferencias de clase. Sus padres nunca me aceptarían, eso de elegir un poeta pobre para una princesa, cuesta.
Hoy, sé que nada era así. ME sacó de su vida cuando tuvo que interrumpirse un embarazo (estaba en 2do año de medicina) del cual yo era la otra mitad responsable. 
Llegó a esta cita recitándome los versos que yo le había escrito en aquella época y yo ni recordaba. Ha leído y comprado mis libros, y me sigue en silencio en las redes sin hacer ruido. Sólo  no tuvo aquel bebé porque no sabía  que yo realmente cumpliría  parte de los sueños de que hablaba en esa isla. Recorrer Europa, publicar libros y seguir siendo poeta. 
Los ojos y los labios le brillaban, y me hizo feliz pensar que me admiraba con una honestidad de lujo.
Amarilys, que gestiona junto a Tania el Celler fueron cómplices de una velada y protagonista de un resultado que me ata a la vida de este lugar que me obliga a volver.
A Dora no creo que vuela a verla. 


Pimientos de piquillo.

*Dora Diamant*  Si fue el último y gran amor de Kafka. Lo uso aquí pues es evidente que la real no desea salir con su nombre.