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jueves, 27 de octubre de 2011

París, Les folies de Pigalle...


Hoy atravesé la ronda de Dalt,  o sea, la circunvalación de Barcelona que hace un arco sobre la ciudad hacia mi trabajo con uno de los discos de Paris Saint Germain. Con este grupo tengo dos recuerdos imborrables.
El primero, la llegada solo al inmenso aeropuerto de Bruselas perdiéndome entre sus múltiples pasillos llenos de esteras que te llevan como si flotaras mientras escuchaba en mi mp3 de la época, su primer disco Tourist, 2000; y el segundo, aunque ocurrió primero, la primera vez que Sarah, una amiga, nos llevó a las discotecas del barrio de Pigalle, en París, donde cogí mi primera borrachera de nostalgia acabado de llegar de La Habana,  impactado por las imágenes de chicas que espontáneamente o no, se subían encima de las mesas y se sacaban las blusas y se quedaban en top- less delante de todos y todas.
El crítico cubano Salvador Redonet Cook (fallecido en 1998), siendo profesor de la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana en los años noventa, escribía en uno de sus ensayos sobre literatura erótica  cubana de mi generación:
"desde un nuevo prisma destruía los tabúes, la ignorancia, las imposiciones, las viejas e hipócritas convenciones, las máscaras desde voces capitales de los relatos: la homosexualidad, y en general, la amplitud de miras hacia toda relación sexual (...) son considerados y re-valorados como nunca se había presentado en en nuestra literatura. (véanse si no, los textos de Roberto Urías, Ena Lucía Portela, Rita Martín, Arsenio Rodríguez, Elena María Rame, y Alberto Abreu." pág. 27 de la antología Los últimos serán los primeros, 1993, ed. Instituto de Cooperación Iberoamericana de España y Letras Cubanas.
A pesar de estar incluido en esa nómina de escritores, no había vivido el erotismo social e impactante del barrio Pigalle en París, sobre todo cuando sales lleno de copas en la madrugada y todas las tendencias sexuales están en ebullición en el barrio mientras te abres paso entre travestidos, transexuales, prostitutas de todas las edades y países, gays, lesbianas, marchosos, voyeurs y clientes de sex shop y Museos Eróticos repletos de todo tipo de dildos, consoladores, masturbadores o masajeadores. Tanta libertad sexual expresada en un barrio no la había visto ni soñado en ninguna fantasía literaria, una cosa es la creatividad literaria en busca de una libertad expresiva, y otra, esta realidad con total libertad a ritmo techno chill out de Saint Germain.





foto: Constantito Arias, 1952.