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sábado, 6 de noviembre de 2010

Ante la tumba de Julio Cortázar en París

Antes de hablar de la tumba de  Cortázar en el cementerio de Montparnasse, tengo que recordar que nací  a cinco calles de un cementerio en plena ciudad, La necrópolis de Colón, en La Habana que tiene el orgullo de ser la segunda del mundo con más esculturas al aire libre.
No es casual que para los del barrio, jugar a los escondidos, besarnos con las primeras novias y las segundas, era lo habitual; sin contar que el ancho de sus calles principales es similar a las de las calles de la ciudad, y no es extraño que todos los que nos movíamos por esa parte utilizáramos el cementerio para cortar camino, hacia Nuevo Vedado, o el Cerro. Todos tuvimos una ruta entre los muertos para llegar más rápido a una parte de la ciudad muy viva, y nunca tuve conciencia de estar atravesando mármoles que guardaban cadáveres ilustres, malditos o santas que se levantaran como Zombies de madrugada al estilo Thriller, de Michael Jackson, que grabó en un cementerio de Miami. En Miami tengo muchos vivos que me quieren. Y también quedé impactado cuando visité el cementerio bahamés donde se filmó Thriller.
Así nos hicimos aficionados a las tumbas como si fuésemos egipcios.
Allí comencé mi acercamiento al mármol rajado de José Lezama Lima, visitando su tumba, e ideando junto a Radamés Molina un proyecto para hacerle un busto, que quedó en eso, una idea.
Con esta cultura mortuoria llegué a París con el curioso afán de ver a los cadáveres exquisitos que  esa ciudad guardaba, en el primer viaje fui al Père-Lachaise y vi de cerca la tumba de Víctor Hugo, Chopin,  la de Oscar Wilde, la tópica de Jim Morrison, y la del cubano yerno de Karl Marx, Paul Lafargue que está allí junto a la hija de Marx, a su lado, similar a cuando se suicidaron los dos juntos después de ir al cine.
Cortázar tiene encima de su tumba a su inseparable gato con nombre de filósofo, Teodoro Adorno, que curiosamente me recordó un verso lezamiano:
                                   “se extiende como un gato para dejarse definir”

A Cortázar le dejé una nota sobre cuatro amigos escritores y le comenté que tengo un USB y lo