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lunes, 3 de febrero de 2014

Mi última visión de La Habana: Tres de café y dos de azúcar. Todos mis libros en Prosa y poemas.


foto de Sarah Caron.




























De los cinco textos míos que eligió   Fidel Moreno Ojeda para publicar en su revista Barataria, que editó en Sevilla en los años noventa, con motivo de un número especial dedicado a Cuba/Invierno 1994, tras su experiencia en agosto del mismo año en La Habana, donde corrió junto mí, o yo junto a él cagado de miedo gritando ¡abajo Fidel! por las calles de La Habana Vieja, tengo pruebas gráficas, de ambos  y de la artista plástica, Tania Bruguera que iba con nos esa experiencia única. Hoy Moreno es director de la revista CAÑAMO, de Madrid.
Tres de aquellos textos, nunca más fueron publicados, y el cuarto Los hijos de Tritón, lo publicó el periódico La Vanguardia de Barcelona.  El blog me brinda la oportunidad de rescatar y regalar a mis lectores mi parcial visión de La Habana de mediados de los años noventa con estos tres pequeños relatos en prosa y un poema. Describen parcialmente el momento en que Fidel Castro se quedó sin la ayuda de los países del Este tras la Caída del Muro de Berlín,  y los ciudadanos pagamos una vez más su incapacidad de mejorar nuestras vidas con libertades económicas y sociales. 
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Sombras Nada más 

El Vedado completamente sin luz eléctrica sólo puede hacerme recordar -palabra que viene del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón- los versos del poeta José. Lezama Lima, de Trocadero 162, "una oscura pradera me convida, sus manteles estables y ceñidos, giran en mí, en mi balcón se aduermen."
José Martí en otro lugar escribió, "tengo dos patrias, Cuba y la noche" yo tergiverso, tengo dos noches, la noche y la patria envuelta en la doble noche de su cuerpo. ¿Cómo destejer y distinguir la noche del caos primitivo -Nicte- de la noche que impone el sin luz? ¿cómo desdoblar esta noche de la noche doblada en mis piernas? ¿Cómo saber el pasillo al que pertenezco en este laberinto para encontrar el retorno a casa?¿cómo saber que carne acaricio sobre la costa, el muro del malecón o una ola si no tengo la costumbre del tacto que tuvieron Borges, o el ciego que dictó la Odisea en la noche permanente de sus cuerpos?
Sep y 93.


La sartén mágica

Eduardo Alfonso sostiene con pasión que existe una sartén en su vecindario donde se fríe una tortilla a las 12 meridiano sin necesidad de echar una gota de aceite y no se pega.
Ese mismo día la madre de Yara pasó por una casa que se derrumbó en La Habana Vieja donde unos policías encontraron una cisterna llena de aceite de cocina.
¿Azar, confluencias o necesidad?
El marxismo plantea que la libertad es el conocimiento de la necesidad.¿somos más libres hoy que el resto del planeta, o más trágicos que Shakespeare?
Sep y 93.

Luz

Nadie imaginó que el morro después de cuatro siglos guiando la entrada de barcos a esta bahía de bolsón desmesurado, se convirtiera en luz cíclope que revela algunas formas de los cuerpos en la noche boreal del malecón habanero. Una ciudad como La Habana sin luz, no es una ciudad, es la broma de una sombra. Es muy curioso, estoy en un lugar del puerto que se llama "Muelle de luz"
30 de sep y 93.


   Esta foto mía fue publicada en la la misma revista. Fidel Moreno la hizo.


Los hijos de Tritón 

A Juan Carlos Mirabal y Raynold Mendizabal
En un mundo de fugitivos, aquel que toma el camino contrario
Parece que huye. T.S. Eliot

No tengo el valor de jóvenes que salen a pescar sobre una balsa
Hecha de cámaras de tractor y tablas
Para cruzar el estrecho de la Florida
Desde la desembocadura del río Almendares
Y no regresan...
Cada cual tiene su ficción que arrastra.

Ni la serenidad de verlos partir con la angustia y su historia
Colgada en sus ojos por esta rutina
Donde los hombres siguen cociendo las piedras
Hasta beber de su caldo.

Su camino es el silencio pérfido sobre los pliegues del agua.
Su camino de lo peor es infinito.
El secreto porvenir impone
Memorias de un mismo rastro.
Reflejos que no salen del agua.

La Habana. Vieja, agosto de 1994.



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Nota: Mi agradecimiento infinito a Fidel Moreno, (hoy es más que un amigo en Madrid) que tuvo el valor de llevar su revista a un acto del cónsul cubano de Sevilla, y decirle delante de los periodistas que no decía toda la verdad sobre Cuba. Éste lo amenazó diciendo que a él y sus amigos en La Habana (yo) nos tenían controlados y que ya vería. A mí nunca me hicieron nada, o sea no fui preso, sí vigilado. Fidel me llamó para alertarme, pero cuando vives con tanto miedo hasta te acostumbras y terminas pasando de todo. Ahora pienso que si hubiese existído las redes sociales otro gallo cantaría...


Soy un tocador de señoras.... Pre-digital y analógico.

Soy un autor digital, mis palabras viajan por la red a pesar de haber comenzado a escribir versos de sonido gracias al fuelle de una máquina Underwood de un amigo de infancia: Juan Carlos Piñol. Con ella -esa máquina era femenina como una señora que adelgaza  cuando se separa o divorcia- escribía cincelando versos sobre una barra de hierro circular. 
En estas máquinas del siglo pasado los versos se grababan con la tecla y la tinta como la voz con el aire y el vinilo. Con el iPad las palabras se graban y escriben en silencio, similar a un secreto, o a ir nadando de pecho sobre el agua sin hacer espuma, sin el sonido de gran parte de la literatura del siglo XX.
Ahora, el cursor tiene el privilegio  de hacer las veces de un corazón en silencio que late, espera, aparece y desaparece, es el nervio de cada cosa que escribo y tengo la sensación que acelera o frena según caen palabras  o lágrimas: es invierno en el barrio de Gràcia en Barcelona, y acabo de ver una Underwood igual a la que comencé a escribir en una tienda de segunda mano donde el suelo es igual a la casa que viví siete años en La Habana Vieja, ya sabes lo que viene, la nostalgia es una mierda, sólo existe para saber que tuvimos un pasado para contarlo.



foto: Obra de Marcel Duchamp