páginas vistas

lunes, 2 de enero de 2012

¿¡Felices Fiestas!?

                                                                                                                                                       
Para gran parte de los inmigrantes en Europa, no son tan felices. Las fiestas desde Navidad hasta Reyes, son una especie de fiestas de integrismo familiar, la voluntad de reunirse prima por encima de los conflictos que se tengan entre sí y algunas se convierten en un vals de hipocresía contenida. Es, además, una tregua estacional donde los regalos suplen las reflexiones más afiladas de las disputas familiares.
Alguno dirá que muchos clanes familiares nacidos aquí no las pasan juntos, y es cierto, pero tienen la opción de elegir.
La mayoría de los recién llegados, durante los primeros años de estancia,  pasan estas fiestas con amigos que, como ellos, carecen de ascendientes en Europa. En el caso de que el inmigrante se case con un@ nativo@, contará con un entorno familiar, que cada año será solo la mitad, o sea el de su cónyuge. Él o ella tendrá su cabeza en otro lugar buscando el momento de llamar por teléfono a su gente y preguntar cómo lo están pasando y las novedades, si las hay. Cuando los dos son del otro lado del Atlántico,  entonces las ausencias son una putada, pues son dobles,  y el dolor también. No te dan deseos ni de salir a la calle pues la alegría de miles de gentes de compras, te recuerda en cada momento la soledad.
Todo cambia o es menos duro si tienes la suerte de tener descendencia. Y vas al cole, y ves a tu niñ@  interpretar una canción de Navidad. Y comienzas a entender que las fiestas no solo son regalos y reuniones si no que forman parte de una tradición que intenta mantener una ilusión en un cuerpo de que hay un señor gordo de Laponia que reparte regalos y tres Reyes Magos a quienes mi niña está convencida de que si le deja chocolate y agua a los camellos le traerán su casa de Dora Exploradora.








foto nocturna de Maya en Disney, Orlando.