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viernes, 15 de noviembre de 2013

María Cristina Fernández Cosme reseña "Síndrome de Ulises" de Arsenio Rodríguez Quintana.

Leyendo el libro “Síndrome de Ulises” de Arsenio Rodríguez Quintana, editorial Linkgua (2da Edición 2006) convengo con Roger Callois en definir a la poesía como ciencia de las correspondencias. El autor de “Otra carne”, texto clásico de la literatura cubana de los años noventa, ha logrado un libro vindicativo de una generación abocada a la emigración y la experiencia del extrañamiento múltiple como realidad de fondo.  En la presentación se nos da un dato: “La nostalgia por los lugares comunes que quedaron lejos de millones de emigrantes se conoce en medicina como “Síndrome de Ulises”. Una vez más el acervo literario y mitológico presta a la ciencia nomenclatura en beneficio de la precisión. ¿Pero qué hace de esta nostalgia algo más que saudade o gorrión, convirtiendo al ser que evoca e invoca en sujeto alejado y aquejado a la vez? La respuesta, si la hay, está diluida en los más de sesenta poemas reunidos aquí.
La primera sección “El eco del Síndrome” está más enraizada con la experiencia del punto de partida, recordándonos Arsenio/ Ulises de qué mundo viene: la comida que añora, los referentes musicales, el exilio como única alternativa a un estado de temor que parece ser el estado anímico de una nación suspendida en un tiempo sin tiempo.
 “En Nepal las vacas son las únicas
    que comen marihuana  
    En La Habana un pitillo
   Son seis meses de cárcel……”
No creo que sea casual este comienzo del libro, ni siquiera un golpe efectista. Habla con exactitud de ese estado de temor pero también de una generación de escritores y artistas que le tocó participar de un movimiento sicodélico infuso pero no difuso, que les ha marcado en su aprehensión del mundo, y que habrá que reconocer si queremos abrir las compuertas de la verosimilitud, obviando incomprensiones y prejuicios.
El fenómeno del dèjavu se destila en otros textos donde el poeta se retrata actualizando su memoria emotiva:
“En un instante un canal de Venecia
     fue a través del olor
     un paseo habitual de la Habana Vieja
     al borde de la bahía
      ……………..
   ¿Qué hacen esas ciudades metidas
    en otras?
    ¿Acaso se pueden abrir puertas
    que conduzcan a un mismo lugar?

Caillois sonreiría ante las correspondencias encontradas en “Libros y Casas”, último poema de la segunda parte del libro “Ulises a la sombra del Gualdaquivir”, donde no solo la poesía sino la misma vida es descubierta por Arsenio con la justeza de una ciencia  exacta. Las referencias se enlazan como ecos de una sección a otra del libro: 
  
 “Con Eduardo Mendoza me crucé
     en la sección de clásicos de una tienda
     me dijo que Gaudí construyó la casa
     del padre de Güell a semejanza 
     de la que este tenía en Santiago de Cuba”.
   
Apasionado de la historia, más de la que no está en manuales, sino la que se aprende periféricamente, Arsenio, como su amiga Helena (la del azulejo de Zanzíbar)  tiene el don de encontrar empatías. Léase este otro trozo poético tomado de Guía Urbana IV, de extraordinaria belleza:
  “Se han encontrado
    NO MUY LEJOS
    proas y monedas que demuestran
    que Hércules pasó por aquí
    sobre un toro blanco”. 

Este libro es un tapiz biográfico que descubre al autor como apasionado de su país, su música  (la música toda), lector dedicadísimo, cronista de sus amigos:
  “Hoy somos un raro tejido 
    formado por cabezas de alfiler
    en una copia de la bola del mundo
    que tengo encima de la mesa”.
  
Por cierto, a través de las notas al pie de “Ancestros” nos enteramos que su bisabuelo embarcó desde Senegal hacia América sin visa, sin pasaporte, en un barco fletado por europeos. Imaginamos que vivió el síndrome del emigrante aunque en su mundo de dioses negros la leyenda de Ulises fuera desconocida. A esos mismos dioses debe haberle pedido las fuerzas para trascender el desarraigo. Con Arsenio podemos inferir cómo ha logrado aliviar su carga; esa nostalgia de lugares comunes distanciados del poeta encuentra reposo en la cercanía a otros lugares, los de “Mi mapa comarcal”, los de su “Guía Urbana”: “Descubro una zona común/ en el Mercadillo de la Alameda….”, haciendo realidad el viejo refrán criollo “un clavo saca otro clavo”.

“Si pierdo la memoria qué pureza”, dice el poeta en “Rotos”, pero qué difícil para alguien que destila su propia memoria en la memoria histórica, logrando un añejo superior. Acaso esa memoria puntual, exquisita, la misma que recapitula los sucesos del 11-S o el 11-M, preguntándonos con eco de bolero ¿Dónde estabas tú?, o que nos sienta plácidamente en el café La Giganta a la hora del desayuno, o desempolva los destinos suicidas de un Osamu Dazai o de Ángel Escobar, obligándonos constantemente a pasar de un baño de agua tibia a un remojón helado, no pudo encontrar otro desenlace que el que dicta el poema último del libro. Rematando la circularidad de “Síndrome…”  entre el  primer poema (el de las vacas en Nepal), y este, apunta:
   
Dichave:
Google fulminó la enciclopedia de papel
   como el móvil acabó con el busca
   como el sonido digital con el stereo
   como el tanga con las bragas
   como una tarde hicieron conmigo 
   cinco magdalenas de marihuana 
   y chocolate…
   Solo veía túneles
   solo veía túneles
   solo veía
   y nadie alrededor.
¿Será este el instante de pureza en que perdida la memoria se alivian momentáneamente Ulises y su destino? ¿Desplazará la extrañeza al extrañamiento de lo entrañable?
  Mientras, recuperado Arsenio, vuelve a la carga y augura nuevo libro. ¿Habrá vuelto a soñar el mar en tierra de olivos a pesar de los años sin papeles y la actividad recargada de ½ kilo de tejido nervioso? De regreso a Barcelona, pasando por los pueblos amurallados del sur de Francia, encuentra en  un caserío Meaulnes el eco de una novela que confiesa haber leído, siguiendo el Curso Délfico que Lezama creó para escritores noveles. “En la muerte solo volveré a encontrar la belleza de aquel tiempo.”, cita a Alain Fournier en sus notas de viaje.

publicado en  www.cubanuestra.nu/web/article (agosto 2007)

Por María Cristina Fernández Cosme.  (Santiago de Cuba, 1970). La colección Pinos Nuevos publicó su libro de narrativa "Procesión lejos de Bretaña en 1999. Un año después su libro "El cielo de los deseos"(Premio Abril) fue publicado por la editorial del mismo nombre en el 2001.