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sábado, 10 de marzo de 2012

Nos guste o no, el libro impreso dice adiós...

Cuando escucho en la radio que existe un debate sobre el libro electrónico, alucino. No es tan difícil constatar la poca afluencia que existe actualmente en las librerías o en las secciones de libros y música de las grandes superficies comerciales, los libros impresos, junto con los CD y DVD parecen obsoletos y  forman parte, por mucho que nos guste todavía a algunos, del adelanto tecnológico de otra época.
Ayer viernes fui a la FNAC del Triangle de Barcelona. Esta tienda con sede en París y especializada en vender libros, música, DVD, equipos electrónicos y audiovisuales de todo tipo, situada en el centro neurálgico de la ciudad,  en Plaza Cataluña, pero no había nadie, exagero, solo unas cinco o seis personas en toda la tercera planta hojeando libros impresos, lo mismo ocurría en la sección de música.  Recuerdo en 1999 cuando llegué a París, mi primera tienda de este orden  fue la FNAC de Montparnasse, y quedé impactado cuando vi tantas personas escuchando música con cascos y bailando, junto a otras, sentadas en el suelo, leyendo libros, era una tienda viva, tan dinámica como Séphora de Champs Élysées, apunta Yara.
Esta semana, a dos amigas diferentes y  en diferentes circunstancias, les ofrecí un libro impreso para que leyeran y, ambas, de forma elegante y con convincentes argumentos, lo rechazaron. 
La primera me dijo: - No, Arse, prefiero buscar si está digitalizado en Amazon y bajármelo, es que desde que me regalaron el libro electrónico puedo aumentar el tamaño de la letra para leer. No me gusta tener que cargar con esos tochos, que además no tienen una letra cómoda con esta edad que tengo. 
A la segunda, el mismo viernes después de salir de la FNAC, le enseñé, ilusionado, el libro que me había comprado y, automáticamente, cogió el iPhone buscó en la propia web de la FNAC, y revisó si existía versión digital del mismo, luego buscó en Amazon para comprarlo más barato. Debo añadir que ambas son buenas lectoras, la primera era una defensora encarnizada del libro en papel al que le atribuye olores y recuerdos nostálgicos, similar a las enciclopedias de Borges.
La última anécdota que me hace suponer este adiós del libro impreso, me ocurrió en el metro. Llevaba mucho tiempo que no cogía la línea verde, L3, y al entrar al vagón me encontré  que de cuatro asientos,  tres estaban ocupados por chicas leyendo e-books. 
Todo  esto me recuerda el final de la cinta y el comienzo del CD. Todos decían que había un pacto con la industria hasta vender el stock de grabadoras de cassettes (Hi-FI) lo que hizo  convivieran durante algún tiempo un@s y otr@s.



foto:Arkolano.