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jueves, 12 de enero de 2017

Gran Hotel Havana de Barcelona.

En  Gran Vía de las Corts Catalanas (647) está este hotel que veo cada día al regresar del trabajo. Sé que la palabra Havana ofrece una seducción oficial en mí que se llama "nostalgia."

La v no es Habanera. La b es una característica fonética de los habaneros y objeto de burla cuando viajas a la zona oriental de la isla. Pero aquí con v o con b, uno sabe que se trata de ese lugar donde uno nació. Busco la historia de este edificio y descubro que en 1988, perdió la b por la v al pasar al grupo Silken.

Los navajos piensan que el hombre que esconde su pasado no tiene futuro.  A mi a veces la memoria no me deja escapar del pasado de algunas palabras.



El Gran Hotel Havana se encuentra en la Casa Fradera, un edificio histórico que data de 1882

Joyce en Trieste.

Soy antiguo y leo antiguos. Joyce uno de mis antiguos. Irlandés grande. Eligió un exilio personal en Trieste de 1904 a 1920.
No me perdono haber ido a Italia  dos veces y varias ciudades y no estar en Trieste. Tengo que ir he intentar descubrir una señal de un genio...

"El Joyce al que los triestinos llamaban Zois, y del que un buen número de ellos aprendió inglés, era un caballero dipsómano y buen cantor que se buscaba la vida ejerciendo como profesor de academia o promotor de cinematógrafos, vendiendo a comisión telas de tweed, escribiendo cartas para bancos o consig- natarios, pero también publicando artículos en la prensa irredentista triestina, traduciendo textos de los maestros irlandeses o pronunciando conferencias. Alguien, pues, plenamente identificado con la vida efervescente, más que meramente bulliciosa, de aquella metrópolis cosmopolita, cumplida en teatros y actividad operística, en cuya orquesta oficiaba como director el propio Mahler, y en la que confluían todas las incitaciones de la literatura, el arte, la política y el pensamiento modernistas. En este escenario, toreando a sus numerosos acreedores, chuleando a su hermano Stannie y soportando los malos humores de la depresiva Nora, Joyce escribió, a veces en la mesa de la cocina, muchos de los cuentos de Dublineses, el Retrato del artista adolescente, su pieza teatral Exilados y algunos episodios de Ulises. Allí se inspiró no sólo para pergeñar su babélico estilo y robustecer sus convicciones de exiliado, crítico tanto con la dominación inglés cuanto con el fenianismo, sino también para crear personajes inolvidables como Molly, Anna Livia Plurabelle o Leopold Bloom, sosia de uno de sus alumnos judíos, Ettore Schmitz, más conocido como escritor bajo el seudónimo de Italo Svevo. Aquel apellido, por cierto, puede proceder de los numerosos Blum triestinos, y es bien sabido que el propio Joyce jugaba con el significado literal el patronímico como lo hace también aquí Juan José Utrilla al traducir The Years of Bloom como “Los años de esplendor”."
Jonh McCuort.