Ver en el tranquilo Barrio de la Cruz Roja, de Sevilla, una calle con el nombre de Antonio Machín, me dejó literalmente aplastado hace diez años.
Para aumentar mi desconcierto, cuando le hacía fotos a las hermosas losas en blanco y negro que recogen su nombre, un señor afectado por mi cámara, me dijo: Seguro eres paisano de Machín. Enseguida me señaló el sitio exacto donde estaba ubicado el chalet que el sonero y bolerista habitó un tiempo, justo en la esquina de la Avenida de la Cruz Roja y su calle, antes llamada Manuel Mateo, que hacía alusión al primero que se construyó un chalet en este barrio, hoy lleno de inmuebles, por aquel tiempo repleto de huertas y muy pocas casas sevillanas.
El señor me contó que Machín vivía aquí con su suegro, padre de Isabel Rodríguez, su mujer sevillana, y que mientras no cantaba paseaba a su perro Chocolate por el barrio. A él le impresionaba lo bien vestido que siempre iba. Por aquella época sus padres decían que cantaba en un café en la calle Tetuán y que luego cantó en el Casino de la Exposición de Sevilla. Este señor, Diego, de más de sesenta años, me tararea en el bar donde me lleva para contarme su experiencia con Machín, sus canciones más importantes, que él escuchaba por la radio: Dos Gardenias, Angelitos Negros y Toda una Vida. Después de tomarnos una cerveza me confiesa…
No te enfades, pero Antonio Machín y su hermano Hugo, que era fontanero y tenía una fontanería en la calle Águila, fueron los primeros negros que yo vi en mi vida, y eran muy decentes.
Este encuentro en la calle con una persona anónima pero con el recuerdo vivo de nuestro músico, reafirma una idea del periodista cubano Bladimir Zamora, quien escribió: A Antonio Machín se debe la permanencia en la memoria del español medio, de la sensualidad de nuestros ritmos.
Este respeto que le muestra esta ciudad a un músico cubano muerto hace 34 años en Madrid, y enterrado por su deseo en Sevilla, donde cada año los músicos que participaban en el encuentro del Son y el Flamenco, desde 1994, le echaban ron a su tumba de mármol negro y cantaban boleros, esto debería ser tomado en cuenta por varias ciudades de Cuba, donde muchas tumbas de músicos y artistas aún no tienen ni nombre, y donde no hay una calle en la capital habanera que se llame Benny Moré, ni una en Güira de Macurijes con el nombre de Arsenio Rodríguez, y mucho menos con el de María Teresa Vera, Olga Guillot, La Lupe, Dámaso Pérez Prado o Ignacio Piñeiro.
Es notable el hecho de que el gobierno cubano haya destinado un parque en La Habana a homenajear a John Lennon, con una estatua de bronce, iniciativa que cuestiono. Porque estos mismos responsables no son capaces de reconocer a músicos nacidos en el país y famosos en el mundo entero que no tienen en la capital cubana una calle con su nombre ni un parque.
Sevilla homenajea a Machín; Santa Cruz de Tenerife y Miami tienen una calle dedicada a la reina de la salsa por excelencia, Celia, pero en este aspecto sin duda sobresale la localidad de Union City, en New Jersey, donde han bautizado calle y Plaza con el nombre de Celia Cruz, y otras estrellas latinas en su propio Paseo de la fama destacando a otros músicos de la isla como Cachao y Benny Moré, no es casual que a esta ciudad le llamen La Habana en Hudson.
foto superior: Noche Sevillana con iglesia de fondo. Foto segunda Calle Antonio Machín. Arkolano.
Muy bueno!!!!
ResponderEliminarMiguel Baluja Rodriguez
el teatro municipal de Guanajay se llama Maria Teresa Vera, pero muy poca gente sabe quien era, ni que alli nacio.
ResponderEliminaringe