“No caigamos en lo del paraíso recobrado, vivimos de una resistencia, porque los hombres que venían apretujados en un barco en 1492, caminaron dentro de una resistencia, ellos pudieron ver un ramo de fuego que caía al mar porque sentían la historia de muchos en una sola visión”.
Esta cita me sirve para hablar de una resistencia, Orlando Zapata Tamayo, un negro y pobre cubano de provincias que supo asumir la historia de muchos en una sola visión: comenzar una huelga de hambre mientras estaba en la cárcel y morir a los ochenta y seis días para, entre otros objetivos, le reconocieran su condición de preso político en vez de preso común (condenado por desacato, desorden público y desobediencia civil).
La imagen que los hermanos Castro han dado de los opositores ha sido más al estilo de las películas Memorias del Subdesarrollo (1968) o Fresa y Chocolate, (1992), en ambas, quienes critican y se oponen al sistema son blancos con estudios, hijos de buenas familias y de la capital de la isla.
Orlando era albañil y emigrante del municipio de Banes, provincia de Holguín, curiosamente nació a solo 34 kilómetros de Bariay donde desembarcó Cristobal Colón en 1492, coterráneo de los Castros (Biran), de Batista (nacido en Banes también), todos de la misma región, que engendra "líderes". Tamayo fue a prisión por otra huelga de hambre en el 2003, a la que sobrevivió y por lo que fue condenado a 36 años, para que a otros compañeros de la oposición los pusieran en libertad. No tenía estudios superiores, tenía voluntad, visión e ideas a diferencia de muchos otros, con más estudios pero demasiados miedos, entre los que me incluyo, quienes no somos capaces de convertirnos en mártires por un cambio.
Orlando Zapata Tamayo me recuerda casos de historias no tan lejanas, como el de Rosa Parks, una costurera pobre que en 1955, en Montgomery, se negó a darle su asiento a un blanco como marcaba la segregación racial de Estados Unidos, a pesar de no ser ni el primero ni el único caso, su épica inspiró al entonces desconocido reverendo Martin Luther King y a otros a salir a la calle a luchar por los derechos civiles y contra la segregación racial, que fue eliminada diez años más tarde. Ambos fueron encarcelados, Rosa y Orlando por desacato a una ley imperante, Rosa se convirtió en un icono que nunca se dejó vencer, mientras que a Orlando, su muerte, lo ha puesto en la trayectoria de convertirse en mito.
Esta cita me sirve para hablar de una resistencia, Orlando Zapata Tamayo, un negro y pobre cubano de provincias que supo asumir la historia de muchos en una sola visión: comenzar una huelga de hambre mientras estaba en la cárcel y morir a los ochenta y seis días para, entre otros objetivos, le reconocieran su condición de preso político en vez de preso común (condenado por desacato, desorden público y desobediencia civil).
Orlando era albañil y emigrante del municipio de Banes, provincia de Holguín, curiosamente nació a solo 34 kilómetros de Bariay donde desembarcó Cristobal Colón en 1492, coterráneo de los Castros (Biran), de Batista (nacido en Banes también), todos de la misma región, que engendra "líderes". Tamayo fue a prisión por otra huelga de hambre en el 2003, a la que sobrevivió y por lo que fue condenado a 36 años, para que a otros compañeros de la oposición los pusieran en libertad. No tenía estudios superiores, tenía voluntad, visión e ideas a diferencia de muchos otros, con más estudios pero demasiados miedos, entre los que me incluyo, quienes no somos capaces de convertirnos en mártires por un cambio.
Orlando Zapata Tamayo me recuerda casos de historias no tan lejanas, como el de Rosa Parks, una costurera pobre que en 1955, en Montgomery, se negó a darle su asiento a un blanco como marcaba la segregación racial de Estados Unidos, a pesar de no ser ni el primero ni el único caso, su épica inspiró al entonces desconocido reverendo Martin Luther King y a otros a salir a la calle a luchar por los derechos civiles y contra la segregación racial, que fue eliminada diez años más tarde. Ambos fueron encarcelados, Rosa y Orlando por desacato a una ley imperante, Rosa se convirtió en un icono que nunca se dejó vencer, mientras que a Orlando, su muerte, lo ha puesto en la trayectoria de convertirse en mito.
Requiescat in pace.
Foto del velatorio de Tamayo en Banes, municipio de Holguín.
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