¡Llegó Superman bailando guaguancó: Arsenio, Cachao, Patato!", entona uno de los coros del disco Patato y Totico (Verve, 1967), grabado en Nueva York.
Es lógico que esta placa, insólita y genial, fuera íntegramente de rumba, ya que se trató del debut en solitario del percusionista Patato Carlos Valdés, quien vivía en Estados Unidos desde hacía diecisiete años. Lo que no resulta tan natural es que se haya logrado un encuentro histórico, en un mismo set de grabación, entre Arsenio Rodríguez en el tres —probablemente su última grabación— e Israel López Cachao en el bajo, junto a la excelente voz de Virgilio Martí y los arreglos del pianista René Hernández.
Es lógico que esta placa, insólita y genial, fuera íntegramente de rumba, ya que se trató del debut en solitario del percusionista Patato Carlos Valdés, quien vivía en Estados Unidos desde hacía diecisiete años. Lo que no resulta tan natural es que se haya logrado un encuentro histórico, en un mismo set de grabación, entre Arsenio Rodríguez en el tres —probablemente su última grabación— e Israel López Cachao en el bajo, junto a la excelente voz de Virgilio Martí y los arreglos del pianista René Hernández.
Entre todos no sólo se limitan a hacer rumba como si estuvieran en un solar de La Habana Vieja o en el barrio portuario Los Sitios (cuna de rumberos donde nació Patato en 1926), sino que experimentan con ella al fusionarla —quizás por primera vez— con la samba e introducirle elementos de la cultura norteamericana ausentes hasta entonces en los guaguancós habaneros.
Patato y Totico es un disco verdaderamente iluminador, pues no era habitual en esa época, ni en ésta, el formato musical que aparece en casi todas las piezas grabadas: tres (con improvisaciones notables), bajo, set de percusión y, a ratos, piano acústico. Se trata de un conjunto de piezas tremendamente nostálgicas, con alusiones a la infancia de los músicos, visibles sobre todo en el primer tema, Nuestro barrio, en que se mencionan todos los barrios de La Habana Vieja donde la rumba era habitual: Jesús María, Belén y Los Sitios.Pero no les basta con esto, sino que describen de forma minuciosa las calles de Centro Habana y la Habana Vieja, mencionando incluso la escuela de Artes y Oficios. El retrato de la ciudad cierra con un auténtico lamento: "Oh barrio alegre, Los Sitios asere, seguiremos guarachando, mientras el tiempo va pasando".
Sobrecoge, más que sorprende, que la mayoría de los músicos que participaron en la grabación llevaran muchos años fuera de Cuba. Los recuerdos son vividos como una obsesión, con ese autismo del exiliado que apela una y otra vez a un único pasado que no parece dejar resquicio a otra vida.
Ingrato corazón, el segundo de los temas, es un clásico guaguancó de despecho y separación, con expresiones paródicas y reticencias bíblicas: "la estrella que nos guiaba desapareció"; una oportunidad de oro para improvisaciones excelentes en el quinto de Patato entre un estribillo y otro: "Como lo ves señoraaa, ya todo terminó".
Qué linda va posee un arranque romántico en que se describe la belleza de la mujer amada, su andar, sus aires, su lucimiento..., de una forma discretamente poética. Al final de la pieza, la morena que va
por el Prado, que "está muy rica", termina haciéndoles insinuaciones directas. Patato toca con todas sus fuerzas los solos de tumbadora, mientras que el coro-respuesta legitima su discurso manteniendo una marcha continua a modo de máquina de ritmo acompasada.
por el Prado, que "está muy rica", termina haciéndoles insinuaciones directas. Patato toca con todas sus fuerzas los solos de tumbadora, mientras que el coro-respuesta legitima su discurso manteniendo una marcha continua a modo de máquina de ritmo acompasada.
Ya Yo E y Rezo abakuá son cantadas enteramente en el abakuá hablado en La Habana y Matanzas en la década del 30. A principios del siglo XX, los coros de claves de estas ciudades incorporaron el guaguancó en sus repertorios, al calor de las sociedades abakuá de la época. El rezo con que comienza Ya Yo E es notable, se adelanta en años a lo que hoy se conoce como rap o rapeao, al mantener una cadencia sincopada de excelente respuesta coral. En Rezo abakuá se insiste en el anacobero (el diablillo de las comparsas). Lejos de Cuba, Patato mantuvo las características del guaguancó lo más original posible, cual una excelente aventura musical.
La quinta pieza, Más que nada, es una samba de Jorge Ben Jor (grabada en 1963) llevada magistralmente a guaguancó; un arreglo de René Hernández que dice mucho de los puntos en común que tienen las culturas cubana y brasileña. Durante la colonia, las familias africanas que salían en los barcos portugueses eran divididas; una parte era vendida en La Habana, otra en ciudades de Brasil. La rumba y las batucadas se parecen no por casualidad.
En el callejón no merece muchos comentarios. Se insinúa tal vez una atmósfera onírica —propiciada quizá por el consumo de drogas— en que se nombra a los personajes del barrio. Destaca la sutileza con que se incorporan los instrumentos en el tema, comenzando por la introducción del tres, el tumbao del bajo y los cambios de tono de mayor a menor que realiza Virgilio: "¿Pero dónde andaba Hilda, cuéntame tu vida/ que te estaba buscando? Hilda me contestó: que/ andaba con Roldán el Temerario./ En el callejón, sin salida./ Pablo y Rebeca, Sansón y Dalila,/ los Tres Mosqueteros, Catalina la Grande... Ricardo Corazón de León/ fijaron una cita, en la frontera.../ para conquistar el universo./ El general murió al amanecer,/ la historia se escribe de noche./ Siempre te dije te quise, en la cumbre de pasión./ Como te quise te quiero, estás en mi corazón".
Agua que va a caer contiene probablemente la mejor improvisación grabada de Arsenio Rodríguez, por sus escalas y la concepción armónica. Este tema es un diálogo de preguntas y respuestas de "el ciego maravilloso" con las cuerdas del bajo de Israel Cachao López, probablemente único dentro de la música cubana. Esta pieza, que podría ser sólo un simple guaguancó, se engrandece con la participación de estos dos grandes. En más de una escuela de música debería impartirse esta clase magistral de tumbao en el tres y en el bajo, famosa síncopa que sirve de eje a casi todos nuestros ritmos.
Alguien escribió que las campanas son la única música de los hombres pobres en los pueblos de Europa. Desde sus orígenes, la rumba ha cumplido esa función para los pobres y marginados de La Habana. Duele saber que este disco, a pesar de haber sido grabado en Nueva York (meca de la distribución mundial discográfica), se haya hecho para los habaneros de la Avenida del Puerto.
Una versión de este texto la publiqué en 2002, la sección de música de Cubaencuentro, firmado junto al escritor Radamés Molina.
fotomontaje: Arkolano. Aparecen: Patato y Totico con tumbas, Arsenio con el tres y Cacho en el bajo.
¿por qué duele saber que se haya hecho en NY para los habaneros del puerto? por el contrario! Ole por el guaguancó de los barrios de La Habana!
ResponderEliminarPatricia Menéndez
A Miguel Angel López Preti le gusta esto.
ResponderEliminarUno de los mejores discos cubanos de todos los tiempos...De los 10 mejores,vaya....Me encantó tu post,por cierto,nos vemos el 24,rde noviembre,regreso al Harlemmmmmmm
ResponderEliminarBoris Larramendi
Es uno de mis discos favoritos. Di con el gracias a nuestro amigo Enrisco, que me lo recomendó haciendo hincapié en uno de los estribillos más originales y ocurrentes de ese mejunje que damos en llamar música cubana: ¡llegó Superman bailando guaguancó!
ResponderEliminarAvisa cuando vengas por NYC para darte este abrazo en persona.