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domingo, 29 de septiembre de 2013

Cuna de Cervantes, balcones para escritores cubanos

 


Cierto que lo más impactante cuando uno entra a la ciudad de Alcalá de Henares, es su arquitectura medieval y su calle Mayor, con ese túnel formado por columnas de diferentes estilos pero con la misma misión. 
Uno sabe que está en el pueblo donde nació el manco mas útil  de la literatura universal, Miguel de Cervantes, pero el gusano del orgullo sale de paseo al descubrir al inicio de la calle en un balcón la foto de Guillermo Cabrera Infante, casi en el centro de la misma calle la de Alejo Carpentier, y al final, el rostro maravilloso de Dulce María Loynaz del Castillo, o sea, los tres escritores cubanos que han sido premiados con el Cervantes de literatura y junto a ellos, fragmentos de sus discursos al recibir el galardón, homenaje balconero imposible en el lugar donde nacieron los tres, pues a Guillermo, en vida, le negaron todos los honores en Cuba por no pensar igual que su gobierno y optó por irse como hemos hecho otros y con la partida, el ostracismo y condena de omisón absurda y permanente. Es cierto que no solo están ellos,  a cada uno le acompaña otro galardonado, pero los éxitos de un compatriota en el exilio, es como el triunfo personal y orgullo compensado porque este pueblo les recuerda, en fin, que a veces solo se tiene ojos para la memoria personal y colectiva de nuestro país de origen, lo siento. Escogí la foto de Alejo porque él escribió en su discurso que jugaba de pequeño bajo la estatua de Cervantes en la Habana Vieja, en el mismo parque donde lo hizo  Yara, mi esposa, de niña. 

Pensé que iba a ver un pueblo más o menos parecido a otros y me equivoqué, pues con el pretexto del nacimiento de Cervantes, los fragmentos del Quijote toman la ciudad, y, en el bar Hidalgo, muy cerca de la Universidad, uno puede ver azulejos con escenas del Quijote como si fuese una Biblia abierta por toda la ciudad. Si digo que parece que vas andando por dentro de un libro seguro todos me tildarán de un poeta exagerado, pero no es así. Este espacio de tanto reclamar la atención por ser la cuna de un gran escritor, ha terminado por ser páginas de la historia de la literatura española.
Con esta visita casi cierro un ciclo interesante con Cervantes, que comenzó en Sevilla  donde también él vivió y trabajó, como lo hice yo también, con la diferencia de que él, además estuvo preso allí en la Cárcel Real que estaba en la calle Sierpes, que una placa recuerda, y todos los estudiosos coinciden que comenzó a escribir nada menos que El Quijote, no obstante, aquí en Alcalá está señalada la casa donde se hizo la primera lectura íntegra y la imprenta que lo imprimió. Luego, he conocido su residencia temporal en Barcelona, en el Paseo Colón Nº2, donde no por casualidad situó unos de sus capítulos más importantes de El Quijote cuando entra a esta ciudad el día de San Juan. 
Me queda por conocer  de los sitios cervantinos emblemáticos en España, Esquivias, donde Cervantes se casó, justo en un pueblo con un nombre que significa alguien que no desea que le hagan muestras de cariño, solo él podía hacer estas cosas. Pero ese viaje  no está muy lejos, pues este vicio de seguir la huella de quien se admira es insaciable, y no hace daño, si no cultura y placer de ver correr a mi hija delante de su madre por estos lugares cerca de su casa natal, quizás como Cervantes también lo hizo una vez, hace varios siglos.

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